Consuelo de los Afligidos

Jesús nos enseña a amar el sufrimiento como camino de santidad. Y nos deja a María Santísima en estos momentos de nuestro peregrinar en el destierro hasta la casa del Padre, como consuelo de los tristes y afligidos. Ella es la Madre del pronto Socorro.

Y María se nos presenta como consuelo como en las bodas de Caná, «donde María estuvo presente con una mediación que la consagró para siempre como mediadora de la gracia y consuelo de los afligidos». Al ordenar a los sirvientes aquel «Haced lo que Él os diga» que transformó el agua en vino, María «les propone lo que, en el fondo, ha sido su vida entera, algo que no le es extraño, ni prestado ni aprendido, la entraña de su actitud de confianza ante Dios, lo que ella desde siempre ha vivido».

Ella corre a ayudar a quién se lo solicita porque vemos  el rostro de su amado Jesús en cada hijo que sufre bajo el peso de su cruz. Ella sabe de dolor, pues una espada le atravesó el alma.

Ella supo desde que su hijito era bebé que iban a sufrir mucho El y Ella, y con paciencia, con sencillez, con generosidad y con confianza en Dios aceptó que su amado Hijo tuviera que padecer para redimirnos a todos.

Ella lejos de desanimarlo o evitarle el dolor, lo preparó, lo acompañó en persona o desde la oración y con dulzura recogió y besó su cuerpo muerto para envolverlo como alguna vez lo envolvió en pañales y para después de tanto dolor, sostener a los discípulos que temerosos vagaban sin rumbo, o se escondían por miedo a los judíos.

Ella rogaba al Padre por ellos porque veía que no eran fuertes, que estaban en una oscuridad total. Era el momento más triste de la historia del mundo. Ella se podía haber encerrado en su dolor, pero estaba allí con ellos saliendo a su encuentro para confortarlos.

María no se instalaba ni en el gozo de la Anunciación sino que corría a asistir a su parienta anciana, ni se instalaba en su dolor, sino que sostenía a otros que verla así de fuerte les animaba a no enloquecer del todo por la vergüenza de haber huido y mantenerse lo más posible en la esperanza.

Pidamos a María que nos de esa generosidad de corazón para ofrecer un corazón que “ame hasta que duela”

La verdadera solidaridad significa ayudar a encontrar el sentido del sufrimiento.

Si Dios puede curarme, debe tener un motivo para no hacerlo. Un motivo, es decir ¡un sentido!, y el sentido consuela.

Jesús llama bienaventurados a los tristes, «porque serán consolados».

Cristo no sólo nos redimió con el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento quedó redimido.

.▪️De María se nos dice varias veces en el Evangelio que guardaba todo en su corazón.

Es de suponer que una pregunta fuera ésta “Por qué tanto dolor». A nivel humano no encontramos explicación, pero eso no quiere decir que no lo tenga.

▪️ María fue preservada del pecado, pero no del sufrimiento.

Al contemplar a la Virgen Dolorosa penetramos más íntimamente en el misterio de Cristo y de su dolor salvífico.

▪️María sabe lo que es sufrir, estuvo al pie de la cruz (Jn.19,25) en el Calvario.

Su corazón sensible ante el dolor ajeno y su gran pesar por las grandes injusticias, ingratitudes y tormentos por los que estaba pasando su Hijo, le preparaban para doctorarla en la difícil asignatura del dolor salvífico es decir, hacia el significado cristiano del sufrimiento, pues, lo que para algunos puede ser obstáculo de su felicidad o motivo para alejarse de Dios, para un creyente no puede ser una maldición, ya que Jesús proclamó bienaventurados los que lloran (Mt.5,5).

Madre tus gestos consoladores para los que tienen necesidad, como fueron tu ayuda a Isabel o tu intervención en Caná, no los hiciste sin saber lo que duelen la soledad, el vacío, la muerte, sino desde la compasión.

Tú palabra, tu presencia, tu silencio, se convierten en gestos cercanos, compañeros, que alivian, porque proceden de quien ha experimentado en su vida la prueba y el límite, y sin embargo, no ha perecido en la desesperanza.

Tu angustia, la espada de dolor en tu alma, la contemplación de tu Hijo en la Cruz, te han hecho experta en compasión, maestra espiritual para acompañar a quienes están tristes, a quienes se sienten solos, incomprendidos y angustiados.

Nuestras limitaciones humanas no nos permiten desentrañar el sentido pleno del dolor, nunca podremos comprender el alcance del mismo, pero hemos de reconocer que algún sentido y grande tiene que tener, cuando Cristo lo asumió y con él nos redimió.

Como decía San Pablo “todo coopera para el bien de los que aman a Dios” (Romanos 8; 28

No podemos tildar de castigo al dolor y al sufrimiento, pues, a todos los que ama Dios no los excluye de este círculo, tenemos el ejemplo claro de María.

Ella la amada y la preferida de Dios pasó por el dolor, la amargura y el sufrimiento.

Su actitud nos sirve para consolarnos en las penas, sostener nuestro ánimo y alimentar la esperanza de que nuestro sufrimiento puede tener un buen fruto, cuando como Ella lo asumimos y ofrecemos al Señor.

¡Cómo ayuda saberse acompañados de tu consuelo en la hora de la prueba!

 

 Referencias:

http://es.catholic.net/op/articulos/68538/cat/1134/maria-consuelo-de-los-afligidos.html#modal

https://www.revistaecclesia.com/29-de-mayo-maria-consuelo-de-los-afligidos-por-angel-moreno-de-buenafuente/

Compilación: Rebeca Medina Lago

Equipo Fatimazo

No. 38 Serie Letanías Lauretanas

 

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