Cuidado con el empacho Espiritual

Autora: Mariela Gastelum de Loret de Mola

¿No les ha pasado, que algunas veces, por más que seamos constantes en la oración, haciendo buenas obras, horas Eucarísticas, incluso asistir diariamente a la santa misa, se sienten vacíos? ¿Que sienten literalmente que el corazón pesa, que es de piedra? ¿Que no encuentran gusto ni alegría en las cosas de Dios? Y no quiero decir que no amenos a Dios, al contrario, lo amamos con todo el corazón, es más, lo amamos con la razón, elegimos amarlo, queremos amarlo, pero nos sentimos fríos, distantes; sentimos que lo que hacemos por Él o en su Nombre no tiene sentido, que da igual si lo hacemos o dejamos de hacerlo…

A lo mejor, en un tiempo, estas obras nos daban satisfacción, nos llenaban el corazón del gozo que da el servir a Dios, de encontrarnos con Él en el Santísimo Sacramento, de ver Su Rostro en el rostro de nuestro prójimo, y el corazón rebosaba de alegría, nos sentíamos llenos… pero de repente… nada, no sabemos cómo de un momento a otro sin darnos cuenta nos quedamos vacíos, huecos, sin saber que hacer o como continuar siendo fieles en el camino que nos lleva a la casa del Padre.

Pienso que si Dios en su infinita Sabiduría, permite que sintamos este vacío, ¡Gloria a Dios! ¡Alabémosle y bendigámosle! Agradezcámosle por ese bendito vacío, por ese hueco que sentimos en el corazón!!!!!

Si, es una gracia, un regalo amoroso de nuestro Padre celestial, es su manera de decirnos «todas tus oraciones, buenas obras, sacrificios, etc, los he tomado a través del Corazón Inmaculado de la Santísima Virgen, y las utilizo para la salvación de tu alma, la de tu familia, y de toda persona que lo necesite».

Pensemos que si siempre estuviéramos jubilosos y llenos de gozo, nuestras obras serían estériles, se quedarían estancadas sin dar frutos, como el alimento que llena, pero no nutre, y te sientes empachado, lleno e incómodo. En cambio, el alimento que nutre, da fuerza y energía para seguir trabajando, luchando para no desfallecer en el camino hasta alcanzar la meta.

Por eso les animo a poner todas nuestras obras en el Corazón de Inmaculado de María, pidámosle a Ella que las tome, las purifique y perfeccione para entregarlas al Padre para su Gloria, pues nadie mejor que María conoce mejor lo que es agradable al Padre, y también conoce perfectamente nuestras debilidades y limitaciones, y como tierna madre que es, no nos deja desamparados si recurrimos a Ella con amor y confianza.

San Luis María Grignon de Montfort, en el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen (no. 197), dice que imitemos a Jacob, que le entregó a Rebeca su madre dos cabritos para matar, preparar y aderezar al gusto de su padre Isaac, para que después recibiera de él la bendición.

Solo que nosotros, en lugar de dos cabritos le entregamos a María nuestro cuerpo y nuestra alma, para que Ella:

* los reciba como cosa suya

* los haga morir al pecado y a sí mismos, desollándolos y despojándolos de su propia piel y egoísmo, para agradar por este medio a su Hijo Jesús, que no acepta por amigos y discípulos sino a los que están muertos a sí mismos;

* los aderece al gusto del Padre celestial y a su mayor gloria, que Ella conoce mejor que nadie;

* con sus cuidados e intercesión disponga nuestro cuerpo y nuestra alma, bien purificados de toda mancha, bien muertos, desollados y aderezados, como manjar delicado, digno de la boca y bendición del Padre celestial.

Ave Maria!

Mariela Gastelum de Loret de Mola

Categories: Fatimazo

1 Comment

Rosio Puerta Hillman · 27 de noviembre de 2017 at 7:30 AM

Es justamente lo que pasaba en mi, lo que sentia, lo que vivia. Gloria a Dios porq es la primera vez que abro este enlace y mi alma se reconforta y se alivia porq el Señor hablo conmigo mirando mi alma y mi sentir

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