17 de Febrero - Los siete santos fundadores de la orden de los siervos de Santa María Virgen (Servitas) (año 1233)

Estamos en el siglo XIII y en ciudad de Florencia. Es este un caso insólito en la vida de la Iglesia, que ella celebre en su liturgia a tan elevado número de Santos, siendo que no murieron mártires como en tantos casos a través de los siglos de la Iglesia. Mártires sí que los hay en grupo y sin saber sus nombres. Entre los demás, no.

Eran 7 amigos, comerciantes de la ciudad de Florencia, Italia, pertenecientes a las más distinguidas familias de la ciudad: Alejo, Amadeo, Hugo, Benito, Bartolomé, Gerardino y Juan. Ejemplo para este mundo que tanta necesidad tiene de verdadera amistad y de generosa entrega.

Ellos se habían propuesto propagar la devoción a la Madre de Dios y confiarle a Ella todos sus planes y sus angustias.

A tan buena Madre le encomendaron que les ayudara a convertirse de sus miserias espirituales y que bendijera misericordiosamente sus buenos propósitos. Y dispusieron llamarse "Siervos de María" o "Servitas".

¿Cómo llevaron adelante aquella empresa?

El cielo se encargaría de abrirles los caminos: El día de la Asunción, 15 de agosto, los siete recibieron una común iluminación: "Ponerse, a pesar de sus imperfecciones, a los pies de la Virgen María para que Ella obtuviera de su Hijo el perdón de todas sus faltas y los aceptase para la gloria de su Hijo y la suya... siendo siempre y en todo, los servidores de esta Reina y Señora y por ello se llamarían siervos de María".

Bien pronto fueron aprobados por su propio Obispo y por el Papa después.

Cierto día cuando recorrían las calles de Florencia pidiendo limosna, unos niños que ni siquiera hablaban aún, exclamaron al pasar ellos: "He ahí los servidores de la Virgen. Dadles limosna".

El Viernes Santo de 1239 la misma Virgen María se les apareció para señalarles que fuera negro su hábito y que aceptasen la Regla de San Agustín.

Pronto empezaron a acudir jóvenes que deseaban abrazar aquella vida de austeridad y de servicio a la Virgen María a la que estaban especialmente dedicados.

Desde un principio hicieron distintivos de su espiritualidad: Amor al retiro o soledad y también ejercicio del apostolado cuando fuere necesario, pero especialmente: Propagar la devoción a la Virgen María en especial bajo esta faceta de su cooperación dolorosa a la Redención de Jesucristo.

Fueron muriendo poco a poco los seis fundadores. Sólo sobrevivió a todos ellos San Alejo que tuvo la alegría de ver propagada la Orden de la Virgen María por muchas partes con abundancia de vocaciones.

Tuvo perseguidores como era natural por ser obra de Dios, pero, pasados algunos siglos, el 15 de enero de 1888, el Papa León XIII los elevaba a los siete al honor de los altares.

Que estos Santos Fundadores nos animen a aumentar nuestra devoción a la Virgen Santísima y a no cansarnos nunca de propagar la devoción a la Madre de Dios.

0 Comments

Déjanos un comentario