ORIGEN DEL SANTO ROSARIO
SU ESTRUCTURA

Desde el principio del cristianismo la oración más tradicional de la Iglesia era el salterio: el libro de la Biblia que recoge la colección de los 150 salmos.

El pueblo judío rezaba con salmos. María lo hizo. Jesús los rezaba y cantaba. Los primeros cristianos vieron reflejados en ellos el misterio pascual de Jesús y su vida entera. Por eso el salterio gozó desde el principio de una honda veneración entre los cristianos.

Después los monjes los recitaban regularmente a lo largo de las horas del día en los diversos oficios. Incluso había monjes que se habían propuesto recitar diariamente de la mañana a la noche los ciento cincuenta salmos. Lo que pasaba es que en aquella época los libros eran muy caros, y si era difícil que cada monje pudiera poseer ni siquiera un libro de oraciones, cuánto más una Biblia.

Procuraban entonces llegar a saberlos de memoria. Pero ciento cincuenta salmos son muchísimos. Son además muy distintos unos de otros, con frecuencia complejos y de lenguaje oscuro. No todos tienen la misma calidad literaria o musical, ni la misma hondura espiritual. Los hay de alegría y de dolor, de desconcierto y de esperanza... en fin, no son siempre fáciles.

Para ayudar a los que no sabían leer o recursos para adquirir un breviario, ni posibilidad de participar en el rezo de la Liturgia de las Horas, se fueron sustituyendo los salmos por avemarías.

Sucedió entonces que empezó a recitarse un «salterio» de ciento cincuenta padrenuestros o ciento cincuenta avemarías. A éste último se le llamó el «salterio de la Virgen». El nombre más venerable del rosario es por tanto «salterio de la Virgen», esto es, la recitación de ciento cincuenta avemarías, en recuerdo de los ciento cincuenta salmos.

El Papa Juan Pablo II comentaba la semejanza interna entre el Salterio bíblico y el salterio de la Virgen: "la recitación de los Salmos siempre fue un ejercicio de la memoria de los prodigios que hizo el Señor desde la salida de Egipto del Pueblo de Israel. Por ello mismo era una invitación al cumplimiento de la alianza. El salterio de la Virgen es también un ejercicio de la memoria de los prodigios que el Señor hizo en Jesucristo, a la vez que nos invita a ser fieles a las promesas de nuestro bautismo."

SU CONTENIDO

Podemos afirmar que es, sin duda, santo Domingo de Guzmán el hombre que en su época más contribuyó a la formación del Rosario y a su propagación, bajo la dirección de la Santísima Virgen María.

Santo Domingo desarrolló, con el Rosario, un método catequético para enseñar a los descarriados por la herejía albigense. Agrupó los misterios en lo que hoy se conoce como gozosos, dolorosos y gloriosos, con la intención de sumergir al fiel cristiano en momentos esenciales de la vida de Jesús y María.

Los tres grupos de misterios nos recuerdan los tres grandes misterios de la salvación.

El misterio de la Encarnación nos lo evocan los gozos de la Anunciación, de la Visitación, de la Natividad del Señor, su Presentación en el templo y la Purificación de su Madre y, por último, su encuentro entre los doctores en el Templo.

El misterio de la Redención está representado por los diversos momentos de la Pasión: la oración y agonía en el huerto de Getsemaní, la flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario con la Cruz a cuestas y la crucifixión.

El misterio de la vida eterna nos lo evoca la Resurrección del Señor, su Ascensión, Pentecostés, la Asunción de María y su Coronación como Reina.

En 2002, Juan Pablo II incluyó en el rezo del Rosario los Misterios de Luz, que incluye varias escenas de la vida de Jesús que faltaban por considerar: el Bautismo, las Bodas de Caná, el Anuncio del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía.