Consagración al Inmaculado Corazón de María
[revelada por la Virgen en Medjugorje]

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“Mujer ahí tienes a tu hijo” “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26)

Una de las siete últimas palabras que Jesús dijo en la Cruz antes de morir, fueron las que dirigió a su Madre y a un discípulo al que Jesús ama, cuya tradición dice que era San Juan. En esas palabras, Jesús les ofreció mutuamente, diciéndole a su Madre; que ahí tiene a su hijo y diciéndole a San Juan, que ahí tiene a su Madre. Desde aquel momento, el discípulo la acogió en su casa.

Es un gesto de amor que tiene su raíz en el amor profundo de Jesús hacia la Virgen María y a su discípulo, quien representaba al pueblo de Dios. Y este gesto revela que su Madre ‑en cuanto “Mujer”, será también desde ahora la Madre del “discípulo”, y que éste, como representante de todos los “discípulos” de Jesús, será desde ahora hijo de María.

Así pues, ya que el mismo Jesús nos ofrece a su Madre, podríamos nosotros como buenos hijos, ponernos en manos de la Virgen, a su servicio, a su disposición, como lo hizo en su día el discípulo al acoger a la Virgen en su casa. Es la mejor manera de llevar a cabo las palabras que Jesús dijo a su discípulo al pie de la Cruz. Así Ella nos guiará a Jesús.

Este es el motivo de una de las principales peticiones de Nuestra Señora en Medjugorje. La Reina de la Paz nos pide que nos consagremos a su Inmaculado Corazón.

Ella a través de los videntes de Medjugorje, elaboró un plan de preparación de 33 días, (33 es el número de años de la vida de Jesús, su Hijo amado) indicando las líneas maestras de cada uno de los días con mensajes para cada uno de ellos.

Eso conlleva darnos plenamente a Ella. Y de esta manera, Ella actuará por medio de nosotros, porque a través de esa Consagración viviremos una unión total con María, y por medio de Ella, también con su hijo Jesucristo, de tal manera que un día podamos decir como san Pablo: “Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”. (Gal 2,20)