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La oración es necesaria a todos, y todos nosotros debemos hacer oración, sea vocal, sea mental, sea de contemplación.

📍 Hay muchas maneras de hacer oración, o de encontrarnos con Dios en la oración.

La mejor para cada persona es aquella que más ayuda a encontrar a Dios y a mantenerse en contacto íntimo con Él, corazón a corazón, palpitando de amor por el Padre, con el corazón de Jesucristo, asumiendo los mismos anhelos y sentimientos de Jesucristo, haciéndonos uno con Cristo, como Él lo deseó y pidió al Padre:

“Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y yo voy a Ti. Padre Santo, guarda en tu nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros”

”No ruego solo por estos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí”.

〰🔸Nuestra oración puede ser predominantemente oral, esto es, dirigida a Dios con palabras, sea que broten espontáneas de nuestro corazón, sea utilizando fórmulas ya compuestas como el padrenuestro, el avemaría, el gloria al Padre, el credo y muchas otras que se rezan en la Sagrada Liturgia.

〰🔸🔸Existe también la oración mental. Consiste en ponernos delante de Dios a reflexionar sobre alguno de los misterios revelados, algún pasaje de la vida del Señor, algún punto de la doctrina, sobre la Ley de Dios, o aun sobre alguna de las virtudes que encontramos en Jesucristo, en nuestra Señora o en los santos para nuestro ejemplo. Esta oración es muy provechosa si la hacemos bien.

〰🔸🔸🔸Existe después la oración de contemplación. Consiste en un trato de mayor intimidad con Dios; la persona se compenetra más intensamente en la presencia de Dios en sí misma y se entrega más íntimamente a la acción de la gracia de la luz y del amor de Dios en ella. Envuelta en una atmósfera sobrenatural, el alma se deja embeber, elevar y transformar por la acción de Dios, que la purifica y absorbe; es absorbida, purificada, transformada y elevada por una acción divina que ella siente, pero no sabe cómo. Dios puede ciertamente conceder esta gracia a una persona sin que haya algún esfuerzo de parte de ella, pero, ordinariamente, el Señor espera que se llegue aquí recorriendo con fidelidad el camino de la oración vocal y mental, porque es por este camino por el cual el alma se purifica y se desprende de las cosas de la tierra para entregarse solamente a Dios.
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