La devoción al Santísimo Nombre de Jesús tiene sus raíces en la reverencia por el nombre de El Salvador, que no sólo identifica a la persona de Cristo, sino que también lleva consigo un profundo poder espiritual y un recordatorio constante de su misión redentora.

El nombre de «Jesús», derivado del hebreo «Yeshua», significa «Dios salva», encapsulando el mensaje central del cristianismo: la salvación ofrecida por Dios a través de su Hijo.

En la Biblia encontramos el poder de Su nombre: «de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre» (Filipenses 2:10-11).

Este texto de San Pablo nos invita a recurrir al nombre de Jesús en momentos de necesidad, como refugio espiritual y medio para invocar Su presencia divina.

La celebración litúrgica específica del Santísimo Nombre de Jesús, que se celebra el 3 de enero, tiene su origen en la Edad Media.

Fue impulsada por San Bernardino de Siena. Más tarde, el Papa Clemente VII introdujo la fiesta en el calendario litúrgico en 1530 y su observancia se reafirmó en 1721 por el Papa Inocencio XIII.

Enero, dedicado al Santísimo Nombre de Jesús, es un momento especial para mirar hacia lo esencial: el poder de la fe y del amor para transformar el mundo.

Invocar el poderoso y Santo Nombre de Jesús es entrar en comunión con Él y su enseñanza.

Invocar el Santo Nombre de Jesús trae una poderosa fuerza que ningún ser vivo puede resistir.

Invocar el poderoso Nombre de Jesús puede parecer un intento de usar Su nombre como una especie de talismán, como palabra mágica; pero en realidad no es así.

En las dificultades, problemas y contra el mal, invoca siempre este Santo y poderoso Nombre.

⚠️ La virtud que posee el Santo Nombre de Jesús no implica una fuerza esotérica, sino que por la fe en la persona del Señor se da el signo trascendente.

En un tiempo donde los desafíos sociales parecen multiplicarse, no podemos olvidar que el nombre de Jesús nos habla de salvación, unidad y esperanza.

Este enero reza, pide, invoca el nombre de Jesús, porque no hay nada más transformador que una oración sincera y un corazón dispuesto a luchar por el bien.

Y recuerda que acaba de comenzar el Jubileo de la Esperanza. La Iglesia abre sus puertas durante todo este año invitándonos a reencontrarnos con esa luz que nunca se apaga, incluso en los momentos más oscuros. Es una oportunidad única para redescubrir que, cuando unimos nuestros corazones en la oración y en gestos concretos de amor, la esperanza se convierte en fuerza transformadora.

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