Es institución objetiva. Es la oración de la comunidad católica. Es don de Dios al hombre y respuesta del hombre a Dios.

La liturgia es la oración pública de la Iglesia: según el Concilio Vaticano II, es el «culmen hacia donde tiende» toda su acción «y, al mismo tiempo, la fuente de la que mana toda su energía» (Sacrosanctum Concilium, 10).

En el centro está la celebración eucarística, donde se recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo: como peregrino, él mismo camina junto a los discípulos y les revela los secretos del Padre, de tal modo que puedan decir: “Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída” (Lc 24,29).

La Liturgia es el modo como la Iglesia en Su Cabeza y en su cuerpo místico o miembros puede ponerse en contacto y comunicación con Dios, a través de gestos, palabras, ritos, acciones y así poder participar de la maravillosa gracia de Dios, santificarnos y entrar en esa vida íntima de Dios.

Todas las acciones litúrgicas: oración, sacramentos, … están dirigidas, por tanto, a dar culto a Dios Padre, por medio de Jesucristo, en el Espíritu Santo, y a la santificación de cada uno de los fieles que forman La Iglesia de Cristo.

Gracias a la liturgia nosotros nos vamos santificando, purificando, pues quien entra en contacto con Dios, recibe ese fuego divino que calienta, purifica y perfecciona.

Además de la celebración de la Misa, otros actos litúrgicos incluyen la celebración de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, la Reconciliación, el Matrimonio, la Unción de los Enfermos y el Orden Sagrado, y la Liturgia de las Horas, también conocida como el Oficio Divino u Obra de Dios, una oración pública que se lleva a cabo a horas regulares durante el día.

Un rito litúrgico, característico del Año Santo, es la apertura de la Puerta Santa: hasta el siglo pasado, el Papa iniciaba, más o menos simbólicamente, el derribo del muro que la sellaba. Los albañiles procedían a quitar los ladrillos por completo. Desde 1950, en cambio, el muro se derriba previamente y, durante una solemne liturgia coral, el Papa empuja las hojas de la puerta desde fuera, pasando como primer peregrino a través de ella.

Esta y otras expresiones litúrgicas que acompañan al Año Santo subrayan que la peregrinación jubilar no es un acto íntimo, individual, sino un signo del camino de todo el pueblo de Dios hacia el Reino.

Cabe señalar que la Liturgia exige la participación activa de los feligreses; cada acción que se lleva a cabo durante la misa o cualquier otro acto litúrgico se considera parte importante. Como resultado, la mayoría de las oraciones se dicen y los cantos se cantan al unísono, y se espera que los fieles presten mucha atención a las lecturas y consideren sus enseñanzas.

En definitiva, la liturgia católica ha de ser una experiencia completa para la mente, el cuerpo y el espíritu.

El Concilio Vaticano II en el documento sobre la liturgia pone otras cinco características en el modo de vivir la liturgia:

  • Conscientemente: no dormidos, ni distraídos, o sin saber lo que ahí se celebra.

  • Activamente: no como espectadores, sino como protagonistas activos. Todos celebramos la liturgia, y no sólo el sacerdote.

  • Fructuosamente: tratando de obtener todo el fruto espiritual que cada sacramento o acción litúrgica nos ofrece, en orden a nuestra santificación y la santificación del mundo.

  • Con toda el alma: no estando sólo con el cuerpo. Poner todo nuestro ser: mente que entiende, ojos que ven, oídos que escuchan, corazón que ama, sensibilidad que siente, alma que se une a Dios. No se está en la liturgia, sino que vivimos y participamos en la liturgia.

  • Interna y externamente: internamente, es decir, viviendo con fervor cada paso de la liturgia, intimando con Dios en lo profundo del corazón; y externamente, es decir, mediante la compostura, el vestido, el modo de sentarnos, de estar de pie, de cantar, etc. ¡Estamos delante de Dios!

Que este Año Jubilar, sea una oportunidad para poder gustar mejor la liturgia. Nada se iguala a la liturgia. Es lo más excelso que tenemos en la Iglesia.

En la participación de actos litúrgicos en nuestra vida terrena ya pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en el Cielo, hacia la cual nos dirigimos como peregrinos hasta el encuentro definitivo y cara a cara con Dios.

 


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