9 Madre Inmaculada Letanía Lauretana
Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo)

Cuando Dios quiso preparar una madre humana para su Hijo, la hizo Inmaculada en su Concepción. La hizo SANTA aún antes de que hubiera nacido, antes de que pudiera pensar, hablar, obrar, la preservó del pecado original y de toda mancha. Por esto, difiere de todos los santos. ¡Toda Pura, toda Santa es María!.
María es la primera en ser liberada del pecado (Cf. Efesios 2:5).
Dios la salvó preservándola del pecado.
En María las gracias de Cristo se aplicaron ya desde el momento de su concepción. El hecho de que Jesús no hubiese aún nacido no presenta obstáculo pues las gracias de Jesús no tienen barreras de tiempo y se aplicaron anticipadamente en su Madre. Para Dios nada es imposible.
La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia especial de Dios, ella fue preservada de todo pecado desde su concepción.

El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.
«…declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…» (Bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX )
La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana.
Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado. El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir María es la «llena de gracia» desde su concepción.
La Encíclica «Fulgens corona», publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre»
María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había recibido.
El dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que más bien pone mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de Cristo en la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María Santísima las recibe de Su Hijo. La Madre de Cristo debía ser perfectamente santa desde su concepción. Ella desde el principio recibió la gracia y la fuerza para evitar el influjo del pecado y responder con todo su ser a la voluntad de Dios. A María, primera redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y del pecado, miran los cristianos como al modelo perfecto y a la imagen de la santidad que están llamados a alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en su vida.
La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.
Él es la fuente de la «gracia», de la que María quedó llena desde el primer instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo entregó al mundo. Ésta es también nuestra vocación y nuestra misión, de Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y entregarlo al mundo «para que el mundo se salve por él» (Juan 3, 17).
La Virgen María es Inmaculada gracias a Cristo su hijo, puesto que Él iba a nacer de su seno es que Dios la hizo Inmaculada para que tenga un vientre puro donde encarnarse. Ahí se demuestra cómo Jesús es Salvador en la guarda de Dios con María y la omnipotencia del Padre se revela como la causa de este don. Así, María nunca se inclinó ante las concupiscencias y su grandeza demuestra que como ser humano era libre pero nunca ofendió a Dios y así no perdió la enorme gracia que Él le otorgó.
La Inmaculada Virgen María nos muestra la necesidad de tener un corazón puro para que el Señor Jesús pueda vivir en nuestro interior y de ahí naciese la Salvación. Y consagrarnos a ella nos lleva a que nuestra plegaria sea el medio por el cual se nos revele Jesucristo plenamente y nos lleve al camino por el cual seremos colmados por el Espíritu Santo.
El Papa Pío IX explicó la íntima e indisoluble unión de María con Nuestro Señor Jesucristo en su triunfo redentor sobre Satán, profetizado en el Protoevangelio, en la Carta Apostólica que infaliblemente definió la Inmaculada Concepción:
«Por esta divina profecía, el misericordioso Redentor de la humanidad, Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, fue claramente preanunciado; que Su beatísima Madre, la Virgen María, fue proféticamente indicada; y, al mismo tiempo, la misma enemistad de ambos contra el Malo fue significativamente expresada. De ahí que, tal como Cristo es Mediador entre Dios y hombre, asumió forma humana, borró lo escrito en el decreto existente contra nosotros, lo clavó triunfalmente en la Cruz, para que la Santísima Virgen, unida a Él en el más íntimo e indisoluble vínculo, fuera, con Él y por Él, eternamente enemistada con la maligna Serpiente, y más completamente triunfara sobre ella…».
«Dios no ha hecho ni formado nunca más que una sola enemistad, mas ésta irreconciliable, que durará y aumentará incluso hasta el fin, y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer, de suerte que el más terrible de los enemigos que Dios ha creado contra el demonio es María».
Si a todos nos ha vencido Satanás, porque por el pecado original arribamos a este mundo bajo su mancha y su propiedad, la profecía de Yahvé suena clara: «pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: éste te aplastará la cabeza, y tú le aplastarás el calcañar», si la serpiente hubiera vencido a María con el pecado original, no se hubiera cumplido la esperanzadora profecía.
En el paraíso terrenal, enlodado con el pecado, surge un ambiente de pureza: es la promesa de una mujer que realizará la mayor hazaña de la humanidad: vencer al enemigo infernal que atacó hasta al mismo Dios en el paraíso del cielo, de donde fue arrojado vilmente, y que también tentó al Dios que se hizo hombre. Ahora la serpiente, Satanás, se enfrenta inevitablemente con una Mujer y con su descendencia: será vencida, humillada, derrotada.
La Mujer aparece como enemiga, lo que supone que en ningún momento tuvo amistad con la serpiente, hasta el punto de admitir las insinuaciones del diablo, como sucedió con Eva. La Mujer y su descendencia aplastarán la cabeza de la serpiente, demolerán su reino, debilitarán su dominio, destruirán sus proyectos de esclavizar a toda la humanidad.
http://es.catholic.net/op/articulos/60940/cat/1050/historia-y-explicacion-de-la-letania-lauretana.html

Pelicula de Beato Juan Duns Scoto:
https://gloria.tv/video/2BehPkjq8kAkDpVxPW44xGx4D
Beato Juan Duns Scoto Sacerdote, doctor sutil y mariano (1265-1308)
Después de Jesús, la Virgen Santísima ocupó el primer puesto en su vida. Duns Escoto es el teólogo por excelencia de la Inmaculada Concepción. 500 años antes que fuera proclamado el Dogma de Fe.
El estudio de los privilegios de María ocupó un puesto importantísimo en su vida. En una disputa pública, permaneció silencioso hasta que unos 200 teólogos expusieron y probaron sus sentencias de que Dios no había querido libre de pecado original a la Madre de su Hijo.
Por último, después de todos, se levantó Juan Duns Escoto, tomó la palabra, y refutó uno por uno todos los argumentos aducidos contra el privilegio mariano; y demostró con la Sagrada Escritura, con los escritos de los Santos Padres y con agudísima dialéctica, que un tal privilegio era conforme con la fe y que por lo mismo se debía atribuir a la gran Madre de Dios. Fue el triunfo más clamoroso en la célebre Sorbona, sintetizado en el célebre axioma: Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo).
Los objetos, motivos, pasiones y hábitos ejercen una gran influencia sobre la voluntad y la inclinan a elegir una cosa en vez de otra. Sin embargo, la decisión final permanece en la voluntad y al final la voluntad es la causa del acto, de lo contrario no sería libre.
Toda voluntad es libre y por consiguiente también la de Dios. Pero Su voluntad es tan perfecta y Su esencia tan infinitamente buena, que Su libre voluntad no puede sino amarla. Este amor, por consiguiente es a la vez libre y necesario. Y respecto a las cosas creadas.
http://www.franciscanos.org/santoral/jduns.

Equipo Fatimazo por la Paz

No. 9 de la Serie Letanías Lauretanas

Categories: Fatimazo

1 Comment

Laura silva · 3 de abril de 2018 at 8:03 PM

Creo que este texto muestra la grandeza de nuestra Santísima Madre ya que todo momento e instante fue planeado así, pero lo más maravilloso es que por el libre albedrío ella aceptó todo por amor y obediencia, hace poco mi hijo me pregunto porque la Virgen era la mujer más hermosa, y fue e una cara tan linda, a lo que conteste, » Ella vive en la voluntad del padre Y está en su presencia así que es Un poco más sencillo de e render porque es Inmaculada nadie pudo haber sido tan pura como para recibir al rey de Reyes en su ceno, alguien en quien Dios encontrara Esa dispinibidad y pureza.
Gracias por el artículo. Y si la película de John Scoto es de una gran riqueza, yo la e visto 2 veces y su así hay cosas que no entiendo.

Responder a Laura silvaCancelar respuesta