MARIA MADRE DE LA IGLESIA
Al declarar a María Madre de la Iglesia se está afirmando una realidad, no es solamente un título. Corresponde a una real maternidad espiritual.

​Para poder comprender lo que significa María como Madre de la Iglesia, veamos lo que nos dice la Sagrada Escritura en la Biblia, Palabra Viva de Dios.
​Comenzando con Marcos, y vemos cómo todos los creyentes, somos la madre, hermanos y hermanas de Jesús. Ya no es la carne ni la sangre, o la generación natural de los descendientes de Abraham, lo que constituye la familia o el Pueblo de Dios, sino la fe en Jesucristo.

​Viene Lucas, y nos presenta a María como la gran creyente, de modo que Isabel, llena del Espíritu Santo, la colma con la alabanza suprema: ¡Dichosa tú, que has creído! Así tenemos a María como doblemente Madre de Jesús: como quien le ha dado su ser de Hombre, y como quien lo ha concebido por la fe más profundamente que nadie. Lucas nos hace entender perfectamente a Marcos.

​María, nos dice ahora Juan, lleva su fe hasta la noche oscurísima del Calvario, durante la que no ve nada, pero sigue creyendo con fe firme, y es entonces cuando le declara Jesús la maternidad espiritual sobre todos los creyentes diciéndole: Ahí tienes a tu hijo. Y nos comunica a continuación a nosotros: Ahí tienes a tu madre. Desde este momento, la Iglesia, representada por Juan, recibe a María y la cuida como Madre suya.

Mateo mira la fe como la estrella de los Magos, a los que guía hasta dar con Jesús, al que encuentran en los brazos de María, su Madre, la cual se lo ofrece para que lo adoren y le den el beso más tierno. De este modo, Mateo nos presenta a María como la gran dadora de Jesús a los hombres.

​Los Hechos de los Apóstoles muestran a María en el centro del grupo. Pedro y los Apóstoles son la cabeza que rigen y gobiernan, y María es el corazón que llena de calor a la primera comunidad cristiana. Los Hechos la presentan al frente de la fe y de la oración, alentando la unión de los discípulos, primero esperando la venida del Espíritu y después viviendo el fuego de Pentecostés.

​Es así, como los Evangelios y los Hechos, nacidos en las primeras comunidades cristianas como expresión de su fe, nos presentan a María.

La Virgen María fue solemnemente proclamada como «Madre de la Iglesia»
en el Concilio Vaticano II – 21 DE NOVIEMBRE DE 1964.

​La Iglesia celebraba la festividad de la Presentación de la Stma. Virgen María. Era el día de la clausura de la tercera etapa del Concilio Vaticano II, y en esa ocasión se iban a promulgar tres Documentos Conciliares:
​- el decreto sobre las Iglesias Orientales Católica;
​-el decreto sobre el Ecumenismo;
​- y, sobre todo, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia «Lumen Gentium».

​El estudio y la reflexión que el Concilio Vaticano II hizo sobre el misterio de María en el plan de salvación, no fue promulgado en un documento propio y particular, sino que providencialmente, bajo la inspiración del ES, fue integrado como el último capítulo de la Constitución sobre la Iglesia.
​Este capitulo VIII, cuyo título es: «La Stma. Virgen María, Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia» fue llamado por Pablo VI «vértice y corona» de esa Constitución. Fue la primera vez que un concilio Ecuménico presentó una «extensa síntesis de la doctrina católica sobre el puesto que María Stma. ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia» (Pablo VI)
​Al clausurar la 3ª. sesión del Concilio, Pablo VI proclamó a María “Madre de la Iglesia «, reconociendo así la protección materna’ de la Virgen sobre el pueblo cristiano desde sus comienzos. Dijo el Papa: «Para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, nos proclamamos a la Virgen, Madre de la Iglesia, es decir, de todo el pueblo de Dios, así de los fieles como de los pastores» y expresó con profunda satisfacción: «podemos afirmar que esta sesión se clausura como himno incomparable de alabanza en honor de María«.

Parte del Texto de proclamación
(discurso pronunciado por S. S. Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar)

(25) «Así, pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, proclamamos a María Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este título.
(26) Se trata de un título, que no es nuevo para la piedad de los cristianos, antes bien, con este nombre de Madre, y con preferencia a cualquier otro, los fieles y la Iglesia entera acostumbran dirigirse a María. En verdad pertenece a la esencia genuina de la devoción a María, encontrando su justificación en la dignidad misma de la Madre del Verbo Encarnado.
(27) La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su Cuerpo místico, que es la Iglesia.
María, pues, como Madre de Cristo, es Madre también de los fieles y de todos los pastores, es decir, de la Iglesia«.

La Maternidad de la Virgen María enmarcó
el inicio y la conclusión del Concilio Vaticano II:

​- Juan XXIII al iniciar el Concilio dijo: «hagamos todo con María, la madre de Jesús.
​- Pablo VI, concluye el concilio proclamando la maternidad espiritual de María, sobre la Iglesia entera.

Juan Pablo II incluye la alabanza en las Letanías – marzo de 1980
​Esta invocación «Madre de la Iglesia “, tendrá desde ahora su lugar después de la de Madre de Cristo. Cristo e Iglesia son dos realidades que. no se pueden separar. Nosotros somos de Cristo cuanto somos de la Iglesia. María es Madre de Cristo y de la Iglesia.

REFLEXIONEMOS
​María da a luz virginalmente a Jesús en Belén, y María nos da a luz a nosotros la Iglesia al pie de la Cruz, cuando tiene su otra anunciación y acepta ser madre de los creyentes. Darnos a luz, conllevó mucho dolor, no se desgarraron sus entrañas, pero sí su corazón.
​En el Calvario, la maternidad de María cobra una nueva dimensión, la relativa a los discípulos de Cristo, comprendidos en el discípulo amado que representa a toda la Iglesia. María engendra en el dolor de ese día de muerte a una nueva familia, un nuevo pueblo.

FUENTES:
– www.aciprensa.com
-Catecismo de la Iglesia Católica
– www.es.catholic.net

No. 4 de la Serie Letanías Lauretanas – Equipo FatimazoporlaPaz

Categories: Fatimazo

2 Comments

Laura silva · 26 de febrero de 2018 at 1:50 PM

Que bella manera de exponer este título que en marca tantas cosas, cuando decimos madre, el corazón se llena de tantas cosas, desde que estamos conscientes de lo que significa a ser madre!
Pues madre, es todo, sin ella, no hay família, unión en el espíritu, por ella se llega a conocer la fe, por que ella es la fe misma , la comunión entre cada uno de los miembros de la Santísima Trinidad, los conoce a cada uno y en cada uno toma parte sin dividir, si no complete su esencia.
Yo sin ella estaría perdida, gracias madre, por ser no sólo mía, por ser madre de todos.

Catalina · 26 de febrero de 2018 at 12:55 PM

Hermoso articulo ojala nunca dejen de seguir enviando motivaciones para hacer crecer un poco mas nuestra fe Dios los bendiga

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