NOVIEMBRE DEDICADO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO DÍA 6

Habiendo las almas santas del Purgatorio triunfado en vida de su enemigo el demonio, no es justo que caigan en sus manos en el otro mundo para ser atormentadas por él.
Si permite Dios que en la mortal carrera sean también los justos tentados y perseguidos por aquel maligno espíritu, no lo permite en la otra vida, porque aquí es lugar de prueba y de pelea, allí de término y de recompensa.
Por lo que Dios mismo es el que enciende y con su aliento aviva el fuego del Purgatorio que castiga y purifica aquellas hijas escogidas de la gracia; y si bien las ama tiernamente, sin embargo, les hace probar los efectos más rigurosos de su justicia. ¿Y nos quejaremos nosotros si Dios de cuando en cuando nos visita con alguna tribulación en esta tierra?
Dios está en el fuego, y como un artífice, derrite y purifica en ardiente crisol la plata y el oro, y lo cuela para fundirlo y reducirlo a vistoso trabajo, así entre las llamas de la encendida cárcel, el Señor limpia y purifica los hijos de Leví para hacerlos dignos de Si; o como un diligente escultor, a fuerza de golpes de su cortante cincel imprime en el duro mármol las formas del original que se propone, no de otra suerte Dios, con el severo azote de su justicia, hiere repetidas veces a aquellas almas afligidas hasta que esculpa en ellas una imagen de su perfección, que las haga dignas de la eterna bienaventuranza, ¡Ah! Sin una excelencia de méritos y de perfección no se entra en el Cielo. Y nosotros, ¿qué hacemos para merecerle?
La consideración de no ser aquellas almas atormentadas por los demonios en el Purgatorio forma para ellas un titulo de distinción y de complacencia; mas el ser castigadas y atormentadas por la mano misma de Dios a quien adoran, hace más sensibles los golpes y más pesado el azote que las hiere. Y ¡ah! exclaman, ¿cómo, Señor, os habéis hecho sordo e inflexible a nuestros ruegos?
El rostro no es ya de padre, mas de juez; la mano no es ya de esposo, mas de atormentador. Vuesta misericordia se ha convertido en la más severa justicia, y nosotras no sentimos sino los más agudos dardos de vuestro encendidísimo enojo. ¡Oh Padre! ¡Oh Juez! ¡Oh atormentador! ¡Oh esposo! ¡Ah! Apiadaos de quien no desea ni suspira sino por Vos.
ORACIÓN
Oíd, Señor, oíd, esas voces, pues voces son de vuestras hijas queridas.
Vuelva a vuestro rostro la serenidad y la dulzura; resplandezca en vuestros ojos un rayo de clemencia y de gracia, deponga vuestra diestra el azote de la ira y del rigor, y con uno de aquellos rasgos de bondad que os declaran Dios de las misericordias, elevad a aquellas infelices, que padecen, al seno eterno de vuestra bienaventuranza.
Tales son sus deseos y también los nuestros. Escuchad a las hijas que os ruegan; escuchad a los siervos que interceden por ellas; escuchad al Purgatorio y a la tierra para conceder el Cielo a quien no halla reposo hasta poseerle con Vos.
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