NOVIEMBRE DEDICADO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO DÍA 8

La mayor pena que se sufre en el Purgatorio es la de daño que consiste en estar lejos de Dios.
Las penas de sentido redobladas ciento y mil veces, dice el Crisóstomo, no pueden compararse con el sentimiento de parecer indigno a los ojos de la divina Magestad y ser desheredado de su presencia.
Un alma lejos de Dios es un alma fuera de su centro; y aunque lo esté por poco tiempo, el ser por culpa suya hace su estado tan amargo, que no hay lengua que lo pueda explicar. ¿Y nosotros perdemos a Dios tantas veces sin dársenos cuidado alguno? Bien se vé que nos alucina el sentido y nos hace viles esclavos de la culpa.
Cuando un alma queda libre de los lazos del cuerpo, se abstrae, por decirio así, de todos los sentidos, deja el mundo, y con todas sus fuerzas es llevada hacia Dios, mas que la piedra a su centro: semejante a un río caudaloso que dividido en medio de su curso en varios arroyos, reuniéndose despues en un solo cauce va a desembocar con ímpetu en la mar.
Pero si antes de entrar en ella la detiene un robusto dique, se hincha y rebosa, y murmulla, y no descansa hasta haber superado todos los obstáculos que le impidan su dirección; no de otra suerte el alma en el feliz momento de unirse a Dios, sintiéndose detenida por la divina Justicia, se aflige, se deshace e inquieta en sus congojas; no encuentra paz ni reposo hasta que no llegue al seno de su sumo Bien.
Nosotros ¿qué ansia sentimos de ver a Dios? Cuanto mas se vive separado del mundo, tanto más se siente; y si de ningún modo experimentamos esta ansia, es indicio de que somos en un todo del mundo y no de Dios.
Habiendo Absalón recobrado la gracia de su padre, le obligó David a volver a la corte, mas prohibiéndole al mismo tiempo el comparecer en su presencia; y tal prohibición fue tan sensible aun a aquel corazón ingrato, que prefería a ella el destierro y la muerte, deplorando con tanta copia de lágrimas su suerte, que convirtió el palacio en un teatro de tristeza y de dolor.
A las almas del Purgatorio fue ya levantado el destierro del mundo, están seguras de la gloria del Cielo; mas atendidas sus imperfecciones no puede la divina Justicia admitirlas a la visión beatífica de su divino rostro; son detenidas en aquel lugar de expiación; y sus deseos, sus suspiros, sus gemidos son tan continuos y profundos, que no solo hacen resonar las bóvedas de aquella cárcel, sino que penetran hasta el Cielo, ¡Ah! Lleguen una vez también a nuestros oídos para movernos a interponer los más fervorosos oficios con la divina clemencia, para que sean consoladas con la vista de su divino Padre.
ORACIÓN
Consolad, Señor, a aquellas almas que desean ardientemente unirse a Vos.
A Vos las inclina la naturaleza, como a último fin; a Vos las dirige la gracia como al centro feliz; a Vos las lleva el amor, como objeto suspirado; a Vos las impele el deseo, como a blanco de sus afectos.
No hay para ellas sino Dios, por quien a cada instante suspiran, Consoladlas, oh Señor, en sus ardientes deseos; consaladlas en sus incesantes suspiros, dándoos prontamente a ellas en premio, en bienaventuranza, en corona de su irresistible afecto.
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