PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo, 28 de enero de 2024

Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús liberando a una persona poseída por un "espíritu maligno" (Mc 1,21-28), que la destrozaba y la hacía gritar sin cesar.

Esto es lo que hace el demonio: quiere poseer para "encadenar nuestras almas".

Encadenar nuestras almas: esto es lo que quiere el diablo.

Y debemos cuidarnos de las "cadenas" que sofocan nuestra libertad. Porque el diablo te quita la libertad, siempre.

Intentemos, pues, poner nombre a algunas de estas cadenas que pueden apresar nuestro corazón.

Pienso en las adicciones, que nos hacen esclavos, siempre insatisfechos, y devoran energía, bienes y afectos; pienso en las modas dominantes, que nos empujan al perfeccionismo imposible, al consumismo y al hedonismo, que mercantilizan a las personas y desvirtúan sus relaciones.

Y otras cadenas: están las tentaciones y los condicionamientos que socavan la autoestima, la serenidad y la capacidad de elegir y amar la vida; otra cadena: el miedo, que hace mirar al futuro con pesimismo, y la intolerancia, que siempre echa la culpa a los demás; y luego hay una cadena muy fea: la idolatría del poder, que genera conflictos y recurre a las armas que matan o se sirve de la injusticia económica y de la manipulación del pensamiento.

Hay tantas cadenas en nuestras vidas. Y Jesús vino a liberarnos de todas estas cadenas.

Y hoy, al desafío del diablo que le grita: "¿Qué quieres [...]? ¿has venido a arruinarnos?", responde: " ¡Cállate, sal de él!".

Jesús tiene el poder de expulsar al diablo. Jesús libera del poder del mal.

Y estemos atentos: ¡ahuyenta al diablo, pero no dialoga con él!

Jesús nunca dialogó con el diablo; y cuando fue tentado en el desierto, sus respuestas eran palabras de la Biblia, nunca un diálogo.

Hermanos y hermanas, ¡con el diablo no se dialoga! Estén atentos: con el diablo no se dialoga, porque si entras en diálogo con él, él gana, siempre.

Estén atentos.

¿Qué podemos hacer entonces cuando nos sentimos tentados y oprimidos? ¿Negociar con el diablo?

No, no se negocia con él.

Debemos invocar a Jesús: invocarlo allí, donde sentimos que las cadenas del mal y del miedo aprietan con más intensidad.

El Señor, con la fuerza de su Espíritu, quiere repetir al maligno también hoy:

"Vete, deja en paz ese corazón, no dividas el mundo, las familias, las comunidades; déjalas vivir en paz, para que florezcan allí los frutos de mi Espíritu, no los del tuyo -así dice Jesús-. Para que reine entre ellos el amor, la alegría, la mansedumbre, y en lugar de la violencia y los gritos de odio, haya libertad y paz”.

Preguntémonos entonces:

¿quiero realmente liberarme de esas cadenas que aprisionan mi corazón?

Y también, ¿sé decir que "no" a las tentaciones del mal, antes de que se apoderen de mi alma?

Por último, ¿invoco a Jesús, le permito que actúe en mí, que me sane por dentro?

Que la Santísima Virgen nos proteja del mal. Les deseo a todos un feliz domingo.

Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Ánimo! ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

FUENTE: https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2024/documents/20240128-angelus.html


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