“Renovemos nuestro compromiso de construir el futuro según el proyecto de Dios”

Palabras del Santo Padre antes del Ángelus

En esta visita pastoral del Santo Padre Francisco en Matera para la conclusión del 27º Congreso Eucarístico Nacional al finalizar la Eucaristía, el Papa ha rezado el Ángelus.

Ahora, antes de concluir, nos dirigimos a la Virgen María, Mujer eucarística. A Ella le encomendamos el camino de la Iglesia en Italia, para que en cada comunidad se sienta el perfume de Cristo Pan vivo bajado del Cielo.

Hoy me atrevería a pedir por Italia: más nacimientos, más hijos.

E invocamos su materna intercesión para las necesidades más urgentes del mundo.

🙏🏻 El Ángel del Señor anunció a Maria

🙏🏻 Y concibió

por obra y gracia del Espíritu Santo.

Dios te salve, María…

🙏🏻 He aquí la esclava del Señor.

🙏🏻 Hágase en mí según tu palabra.

Dios te salve, María…

🙏🏻 Y el Verbo de Dios se hizo carne.

🙏🏻 Y habitó entre nosotros.

Dios te salve, María…

🙏🏻 Ruega por nosotros,

Santa Madre de Dios,

para que seamos dignos de alcanzar

las promesas de Jesucristo.

🙏🏻 Oremos

Oh Padre, Infunde en nuestra alma tu gracia. Tú, que en la anunciación del Ángel nos has revelado la encarnación de tu Hijo, por su pasión y su cruz condúcenos a la gloria de la resurrección. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén.


[Reflexión del Papa Francisco sobre el Evangelio de hoy (Lc 16,20-21)]

«No podemos permanecer insensibles, con el corazón apagado, ante la miseria de tantos inocentes».

Nosotros corremos el riesgo de convertirnos en aquel rico del Evangelio que se despreocupa del pobre Lázaro, «cubierto de llagas, que de buena gana habría comido hasta saciarse de las sobras que caían de la mesa del rico» (Lc 16,20-21).

Demasiado atento a la compra de vestidos elegantes y a la organización de fastuosos banquetes, el hombre rico de la parábola no ve el sufrimiento de Lázaro.

Preocupados por preservar nuestro propio bienestar, también nosotros corremos el riesgo de ser ciegos ante nuestros hermanos y hermanas en dificultades.

Sin embargo, como cristianos, no podemos ser indiferentes a la tragedia de las antiguas y nuevas formas de pobreza, al sombrío aislamiento, al desprecio y a la discriminación que sufren los que no pertenecen a «nuestro» grupo.

No podemos permanecer insensibles, con el corazón apagado, ante la miseria de tantos inocentes.

No debemos dejar de llorar. No debemos dejar de responder.

Pidamos al Señor la gracia de las lágrimas, las lágrimas que pueden convertir nuestros corazones ante tales pecados.

Si queremos ser hombres y mujeres de Dios, como exhorta San Pablo a Timoteo, debemos «guardar el mandamiento sin mancha y sin reproche hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tm 6,14).

El mandamiento es amar a Dios y amar al prójimo; ambos son indisociables.

Amar al prójimo como a uno mismo significa comprometerse firmemente en la construcción de un mundo más justo, en el que todos tengan acceso a los bienes de la tierra, en el que todos puedan desarrollarse como personas y como familias, y en el que los derechos fundamentales y la dignidad estén garantizados para todos.

Amar al prójimo significa sentir compasión por los sufrimientos de nuestros hermanos y hermanas, acercarse a ellos, tocar sus llagas y compartir sus historias, y así manifestar concretamente el tierno amor de Dios por ellos.

Esto significa ser prójimo de todos los que son maltratados y abandonados en las calles de nuestro mundo, aliviando sus heridas y llevándolos al refugio más cercano, donde se pueden satisfacer sus necesidades.

Dios dio este santo mandamiento a su pueblo y lo selló con la sangre de su Hijo Jesús, para que sea una fuente de bendición para toda la humanidad.

Para que todos juntos podamos trabajar en la construcción de la familia humana según su plan original, revelado en Jesucristo:

todos somos hermanos, todos somos hijos del mismo Padre.

FUENTE: https://www.pildorasdefe.net/amp/evangelio-de-hoy-lecturas-dia-lucas-16-19-31

Categories: Fatimazo

0 Comments

Déjanos un comentario