La Puerta Santa es el signo más característico de un Año Jubilar, porque la meta es poder atravesarla. Su apertura por parte del Papa constituye el inicio oficial del Año Santo. Cerrada durante un cuarto de siglo, finalmente se abre la noche de Navidad para iniciar el Año de Gracia.
Como todo signo, el de la Puerta también está lleno de significado. Son innumerables los pasajes del Nuevo Testamento que afirman su valor, como el del Apocalipsis: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, vendré a él y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3,20).
El Señor es, pues, como un peregrino que suplica ser acogido; él es el Huésped divino que viene al encuentro del hombre para traerle la salvación.
Él mismo se definió como la puerta de las ovejas (ver Juan 10,7), señalándose como el camino principal para no perderse en esta vida.
Él es a la vez medio y meta, porque ir hacia Cristo significa cruzar el umbral del cielo, saborear el Paraíso.
¿Cuál es el objetivo de una Puerta Santa?
El objetivo que tiene la apertura de la Puerta Santa es ofrecer a los fieles la oportunidad de experimentar la misericordia de Dios de manera tangible, ya que al cruzarla son invitados a reflexionar sobre su vida espiritual, a buscar el perdón de sus pecados y a renovarse en su compromiso con la fe.
Este acto se enmarca dentro de un contexto de penitencia y conversión, promoviendo así un acercamiento más profundo a la vida cristiana por medio de un acercamiento espiritual con Dios.
¿Quiénes pueden abrir la Puerta?
La apertura de una Puerta Santa es un rito que generalmente es realizado por el Papa o, en su ausencia, por un obispo. Sin embargo, en ocasiones especiales, se puede delegar esta responsabilidad a otros sacerdotes. La autoridad para abrir esa Puerta está vinculada a la misión pastoral y a la potestad de guiar a la comunidad en el camino de la fe.
¿Qué le pasa a una persona cuando cruza una Puerta Santa?
Cruzar una Puerta Santa “no es nada mágico”. Lo que la persona va a experimentar al cruzarla, es aquello para lo que se ha preparado.
Es decir, no es que la gente vaya a pasar la puerta y luego ya está, se sale con una señal de la cruz, se santigua y ha cumplido. No. El que cruza la Puerta Santa tiene que hacerlo con espíritu de conversión y con un espíritu de renovación. Debe entrar confiado a Dios que es misericordioso.
Cruzar ese umbral es, por tanto, no sólo una tradición, sino una verdadera profesión de fe: el Señor es aclamado como Salvador del mundo y exclamamos con Pedro que Jesús es el Cristo, el Mesías tan esperado por Israel (ver Mt 16, 16) y anhelado por la humanidad.
El significado espiritual de las Puertas Santas.
El paso a través de una Puerta Santa durante el Jubileo simboliza la entrada en una nueva vida en Cristo y el inicio de un camino de conversión. La bula describe este acto como una “experiencia viva del amor de Dios, que suscita en el corazón la esperanza cierta de la salvación en Cristo.”
- Es un rito de paso hacia una nueva vida.
- Es un símbolo de reconciliación con Dios.
- Es un símbolo de un nuevo comienzo.
- Es un símbolo de purificación.
- Es un símbolo de renacimiento.
- Es un símbolo de cercanía con Dios.
El día de la clausura del Jubileo.
El Jubileo concluirá con el cierre de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro el 6 de enero de 2026, durante la festividad de la Epifanía del Señor, en la que se recuerda la “manifestación” del Mesías esperado a todos los pueblos de la humanidad. Este acto marcará el final de un año lleno de gracia, oración y renovación espiritual.
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