El Espíritu Santo es quien construye y realiza en María Santísima el Gran Proyecto de la Salvación de la humanidad, con la cooperación de San José por designios de Dios mismo. El tipo de matrimonio hacia el que el Espíritu Santo orienta a María y a José es comprensible sólo en el contexto del plan salvífico y en el ámbito de una elevada espiritualidad.
La realización concreta del misterio de la Encarnación exigía un nacimiento virginal que pusiese de relieve la Filiación Divina y, al mismo tiempo, una familia que pudiese asegurar el desarrollo del Niño Salvador.
El Evangelio, al presentar a María como virgen, añade que estaba «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David». Sin embargo, en este matrimonio El Espíritu Santo pudo muy bien suscitar el ideal de la virginidad esponsal.
En la anunciación a María,cuando el Arcángel Gabriel le anuncia, de parte de Dios, la concepción de un hijo, María responde: ¿Cómo se hará esto? Porque no conozco varón (Lc 1, 34). Esta respuesta, cuando ya era la prometida de José de Nazaret, muestra que María tenía la firme determinación de permanecer virgen. No hay motivos humanos que justifiquen esa decisión. La Tradición de la Iglesia explica esa firme determinación como fruto de una inspiración especialísima del Espíritu Santo, que estaba preparando a la que iba a ser Madre de Dios. Ese mismo Espíritu le hizo encontrar al varón que sería su virginal esposo y en el anuncio a José: El ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le dice: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella viene del Espíritu Santo» (Mt 1, 20). De esta forma recibe la confirmación de estar llamado a vivir de modo totalmente especial el camino del matrimonio. A través de la comunión virginal con la mujer predestinada para dar a luz a Jesús, Dios lo llama a cooperar junto a Ella en la realización de su designio de salvación.
José era de la estirpe real de David y, en virtud de su matrimonio con María, conferirá al hijo de la Virgen —Hijo de Dios— el título legal de hijo de David, cumpliendo así las profecías. A José, noble de sangre y más noble aún de espíritu, la Iglesia aplica el elogio que la Sabiduría Divina había hecho de Moisés: fue amado de Dios y de los hombres y su memoria es bendecida (Sir 45, 1).

María sólo sabe que el Señor ha querido desposarla con José, un varón justo que la quiere y la protege. José sólo sabe que el Señor desea que sea custodio de María. Israel ignora a esta pareja de recién casados. José siempre callado. María discreta siempre. Pero Dios se complace y los ángeles se admiran.


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