NOVIEMBRE DEDICADO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO DÍA 15

La Iglesia cristiana es un cuerpo moral cuya cabeza es Jesucristo, y dividido en tres particulares Iglesias, como en otros tantos miembros que le componen: en la Iglesia triunfante, que reina en los cielos; en la purgante, que padece en el Purgatorio; y en la militante, que combate sobre la tierra.
Hay entre estas Iglesias una mutua comunicación de caridad que se llama Comunión de los Santos, en virtud de la cual se ayudan mutuamente y se socorren.
Por consiguiente, si Dios por la ley que se ha impuesto a Sí mismo no puede socorrer a las almas del Purgatorio, lo pueden no obstante las otras dos Iglesias; y en esto es digna de admiración la economía de la divina Providencia, la cual, mientras reserva para Sí las partes de la rigurosa justicia, infiere a otros las de la piadosa misericordia, en sufragio de las almas santas del Purgatorio.
Demos pues rendidas gracias al Señor, y aprovechémonos debidamente de tan singular bondad.
Los comprensores del Cielo en medio de su felicidad no se olvidan de las almas del Purgatorio, y si bien no les es dado merecer por sí mismos, pudiendo sin embargo rogar por nosotros, no cesan de implorar la divina clemencia en favor de ellas, movidos no menos por las gravísimas penas que afligen a aquellas infelices, que por la ardentísima caridad que a ellas los une y por la felicidad que con librarlas se aumenta en la gloria.
Así el Cielo está en comunicación con el Purgatorio: y no con el tributo de las lágrimas como se acostumbra en la tierra, sino con los más santos y abrasados afectos hacia el Soberano Señor le ayuda y socorre.
¡Oh, qué grande ejemplo de emulación para nosotros! ¿Y quién no querrá imitarle?
Nosotros también, aunque peregrinos todavía en la tierra, tenemos comunicación con el Purgatorio.
En nuestras manos están las llaves de aquella cárcel profunda, y poseemos abundancia de aguas prodigiosas para apagar aquellas llamas tan ardientes.
Como los ángeles y los santos, así también podemos los mortales librar aquellas almas benditas de sus atrocísimas penas; antes bien los ángeles y los santos lo pueden solamente con sus oraciones, mas nosotros míseros mortales con todo género de sufragios y de obras buenas.
¡Oh, qué vasto campo se abre a nuestra caridad para que la despleguemos en alivio de aquellas infelices!
Apliquemos la hoz a tan rica mies, y hagamos que nuestras obras, hechas con el más ardoroso empeño, correspondan a la facultad de que nos vemos revestidos.
ORACIÓN
Vos Señor, que nos habéis dado la facultad de socorrer a las almas del Purgatorio, dadnos también el celo y el empeño para ponerla en práctica. No quede estéril la fuente de la beneficencia; produzca un don tan precioso fruto dignas de sí.
Mas, ¿qué frutos puede producir una planta sino fuere regada y animada por vuestra gracia?
Encienda pues vuestra gracia en nuestros corazones el amor a los fieles difuntos, riegúelos con sentimientos de tierna piedad y devoción, que entonces sabremos corresponder a vuestros rectísimos fines, y emulando a los ángeles y a los santos demostrarémos con las obras que la Iglesia militante no menos que la triunfante puede y sabe socorrer a la purgante, que a entrambas se encomienda con las instancias más fervorosas.
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