NOVIEMBRE DEDICADO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO DÍA 24
El amor es la vida de todo corazón; y la naturaleza ha impreso de tal modo este sentimiento en todos los vivientes, que no solo le experimentan las criaturas racionales hacia sus semejantes, sino también las bestias hacia la propia especie; y este sentimiento no se extingue en los hombres con la muerte, sino que dura más allá del sepulcro.
No hay sobre la tierra nación tan bárbara que no se tome cuidado de sus difuntos, que no sienta piedad de sus almas, y que no procure en algún modo sufragarlos. La naturaleza, pues, nos lleva por sí misma a tener compasión del infelicísimo estado de las almas que penan en el Purgatorio, a las cuales estamos unidos por la humanidad; y sería una barbarie el resistir a un sentimiento tan vivo del corazón humano.
La Religión no rompe los vínculos de la naturaleza, antes bien los estrecha, los refuerza, los perfecciona.
El vínculo de la hermandad universal que reina entre todos los hombres por razón de la descendencia del primer padre Adán, es mucho más íntimo y perfecto entre nosotros los cristianos por motivo de la Religión, que a todos nos une en Jesucristo.
Él es la cabeza de los fieles, y cada uno de estos, miembros de su cuerpo mistico la Iglesia.
Debemos, pues, mirar en general a las almas del Purgatorio como a una parte del todo, como a una porción de nosotros mismos; porque no están ellas separadas de la Iglesia, sino que antes bien forman la porción más escogida, que presto será glorificada en el Cielo.
Țrasladémonos, pues, en espíritu con los sentimientos de una religión llena de caridad a visitar el Purgatorio, y consolemos a aquellas almas desoladas, en sus angustias.
La razón de patria nos hace más cercanos e inmediatos a quienes cupo en suerte el mismo país natal que a nosotros.
El conocimiento especial de cada uno de ellos, las diversas relaciones que con ellos nos unen, la uniformidad de hábitos que se adquiere cohabitando con ellos, son otros tantos títulos que nos obligan a tener especial consideración con nuestros conciudadanos, no menos en esta que en la otra vida.
En esta tienen principio las relaciones de patria, que se completan después en aquella gran patria que es el Cielo, donde todos estaremos reunidos en caridad perfecta.
Hasta tanto, pues, que lleguemos a aquel dichoso término, siempre nos obligan los deberes de patria, los cuales deben animarnos a ser tanto más generosos con el Purgatorio, cuanto que se encuentran ya en el último grado de necesidad aquellas benditas almas.
Recordemos por tanto con frecuencia los tres referidos títulos de naturaleza, de religión, de patria, y nos moveremos eficazmente a generosa piedad para con los difuntos.
ORACIÓN
¡Gran Dios! Tú inspiraste e imprimiste en los corazones de los hombres las leyes de la naturaleza, Tú las máximas de la Religión, Tú el amor de la patria, con el objeto de que ellos se ayudasen en vida mutuamente, y no se olvidasen los unos de los otros después de la muerte.
¡Ah! Tú que eres el autor de todo generoso sentimiento, renueva entre nosotros la observancia de tan santas leyes, la emulación de tan venerables máximas, la práctica de amor tan saludable, para que, inflamado nuestro corazón en este triplicado espíritu de beneficencia, derrame sobre el Purgatorio sufragios con generosa abundancia.

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