Santuario de  Nuestra Señora de Líbano (Líbano)

El Santuario de Harissa se encuentra a 25 km de la capital Beirut, y es querido por todos los libaneses, ya sean cristianos o musulmanes, pues todos se dirigen hacia María como su madre.

Los constructores eligieron esta colina como símbolo del esplendor y santidad de la Virgen María, Nuestra Señora del Líbano. De esta manera, se erigió un hermoso santuario, con una estatua artística de la Inmaculada Concepción.

“No es sorprendente que el pequeño pueblo de Harissa se convirtiera en el polo de la cristiandad oriental. De Belén surgió Cristo, de Lourdes los milagros emanaron, y sobre la colina de Harissa la reina de los cielos se alzó; como el cedro del Líbano.”

El primero de Mayo de 1908, con ocasión del 50 aniversario de la Proclamación de la Inmaculada Concepción, el papa Pío IX y el patriarca maronita Elias Hoayek inauguraron el Santuario de la Virgen de Harissa y declararon ese día la solemnidad de Nuestra Señora del Líbano.

Desde su inauguración, los creyentes han peregrinado al lugar desde el Líbano, Siria, Jordania, Palestina y Egipto; así como de países europeos y americanos.

El nombre de Nuestra Señora del Líbano fue conocido en todos los países de Oriente y el mundo entero.

En 1954 con ocasión del 50 aniversario de la construcción del santuario, el cardenal Angelo Roncalli, más tarde el papa Juan XXIII, hizo una peregrinación al lugar representando al papa Pío XII.

En agosto de 1970 el patriarca Boulos al Moouchi colocó la piedra angular de la Basílica de Nuestra Señora del Líbano y en 1990 las celebraciones comenzaron en la nueva Basílica con una capacidad de 4.000 personas.

En 1997 el papa Juan Pablo II visitó el santuario de Harissa y desde ese momento invitó a los jóvenes a orar a la Virgen María, Nuestra Señora del Líbano, para que protegiera al Líbano y a su gente:

«Pidan a la Virgen María, Nuestra Señora del Líbano, cuidar de vuestro país y sus habitantes, que os asista con cuidado materno, para ser herederos merecedores de los santos de su tierra y que florezcan en el Líbano, un país que es parte de los santos lugares que Dios ama, porque Él vino para hacer su casa aquí y recordamos que debemos construir la ciudad terrenal con los ojos puestos en los valores del Reino de los Cielos».

Honrar a la Virgen María está enraizado en los corazones de los libaneses que le hacen homenaje con las palabras del himno:

«Virgen de las montañas y los océanos, Reina y Símbolo de nuestro Líbano, su pureza es como la nieve del Líbano, su perfume como sus flores y se ensalza como el Cedro».

El monumento fue hecho en Francia de bronce moldeado. Mide 8,50 metros de alto, con un diámetro de 5 metros, y pesa 10 toneladas. Es único por su belleza.

La Virgen extiende sus brazos hacia la capital, Beirut, como diciendo: «Vengan a mí, fieles, y sean saciados con mis bendiciones».

El pedestal es de piedra natural. Tiene una altura de 20 metros, con una plataforma inferior de 64 metros y otra superior de 12 metros. Para llegar a los pies de la estatua, hay que subir por una escalera circular de 103 escalones.

El pequeño santuario y el pedestal de la estatua fueron completados a fines de 1907, por el constructor Ibrahim Makhlouf, de Ain-El-Rihaneh, y supervisados luego por el Presidente General de la Asociación de Misioneros Libaneses, Padre Chekrallah Khoury, Arzobispo de Tiro.

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