Reflexión sobre la Devoción de los 5 Primeros Sábados de Mes

“Tu al menos procura consolarme y dí a todos aquellos que durante cinco meses, en el primer sábado, se confesaren, recibiendo la Sagrada Comunión, rezando una parte del rosario y me hiciesen quince minutos de compañía, meditando en los misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, que yo les prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas”. [10 de Diciembre 1925, Pontevedra, España]
Después de esta gracia, ¿cómo podía yo sustraerme al más mínimo sacrificio que Dios quisiera pedirme? Para consolar al Corazón de mi querida Madre del Cielo, contenta agotaría hasta las gotas del cáliz más amargo.
Esta queja del Corazón de la Madre, hecha a Sor Lucia, no fue destinada a ella solamente; a través de ella, era una petición materna a cada hijo que la quisiera oír y practicar.
De nuevo Nuestra Señora lanza otra escalera para la salvación de Sus hijos cada vez más hundidos en los abismos del pecado, para ayudarles a vivir en la gracia de Dios. Es una nueva invitación a la conversión. Una queja de la Madre que teme por el peligro que amenaza sobre el hijo y le enseña pacientemente a recorrer el camino más seguro.
🟡 Es de esperar que se vaya enamorando de María quien durante cinco meses seguidos se acerca a la confesión sacramental, para recibir la Sagrada Comunión en estado de gracia, y reza una parte del Rosario con la meditación de uno o varios de sus misterios mirando hacia la Madre.
🟡 Lentamente irá creciendo en su interior el deseo de vivir todo el mes y todos los días en el espíritu del primer sábado: esto es, en la ascésis y la conversión, evitando el pecado.
En el corazón de quien practica esta devoción, por el hecho de mirar atentamente a María, es inevitable que brote el deseo de ser como Ella, grata al Padre, imitando a Jesús. Entonces desaparece la atención al beneficio de la Promesa, para sentir una exigencia interior de vivir así, pasando la vida a ser un acto de reparación al Corazón de la Madre, por ser una vida grata a los ojos de Dios.
Ésta es la razón por la que María visitó a sus hijos: para indicarles el camino de la felicidad, para enseñarles a ser libres. Y el hombre es tanto más libre y feliz cuanto mayor es la ausencia de pecado en su vida. Es la libertad en su ser y en su vida, la libertad del Espíritu de Cristo.
En el corazón de cada ser humano está el deseo innato de ser feliz. ¿Quién no lo siente?
Pero, ¡cuántos errores en la búsqueda de la felicidad! Se confunde la felicidad con el placer y el amor con la pasión fugaz. Y cuanto el corazón más intenta apresar los fuegos fatuos de esa loca fantasía, más se vacía y mayor ansia de ella encuentra.
Por eso, viene la voz suave y solícita de María para indicar la fuente de la felicidad tan deseada.
Y cada persona que la descubre, puede exclamar con san Agustín: “Nos creaste, Señor, para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti”.
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