En cada Jubileo o Año Santo, la Iglesia dispone de medios especiales, signos, que nos ayudan a profundizar en esta vivencia.

Cada uno simboliza una llamada concreta a vivir la fe con esperanza, fraternidad y compromiso, pero finalmente son todos ellos signos de la misericordia de Dios.

Descubre como estos signos nos acercan a Dios, transforman nuestro corazón y nos invitan a vivir este Año Santo de una manera plena y auténtica.

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1. Peregrinación.

¿Qué es una peregrinación?

  • Es un viaje a un lugar sagrado o de devoción
  • Es una forma de profundizar la conexión con Dios
  • Es una expresión de penitencia
  • Es un testimonio público de fe

La peregrinación, como viaje hacia un destino sagrado, ha sido importante en la de la vida espiritual de los cristianos a lo largo de la historia.

Como católicos, hemos abrazado la práctica de peregrinar como una forma de profundizar nuestra relación con Dios, deseando ante todo experimentar una transformación espiritual.

El Jubileo es, ante todo y siguiendo el ejemplo de María, ponerse en camino. Moverse para cambiar de lugar, pero también para transformarse a uno mismo.

“La peregrinación expresa un elemento fundamental de cada evento jubilar. Ponerse en camino es típico de quienes van en busca del sentido de la vida. La peregrinación a pie favorece mucho el redescubrimiento del valor del silencio, del esfuerzo, de lo esencial” (Spes non confundit).

En este sentido la peregrinación que caracteriza este año empieza antes del propio viaje: su punto de partida es la decisión de hacerlo.

Abraham, en la Biblia, es descrito así, como una persona en camino: “Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre” (Gn 12,1).

También el ministerio de Jesús se identifica con un viaje desde Galilea hacia la Ciudad Santa: “Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén” (Lc 9,51).

La peregrinación es una experiencia de conversión, de cambio de la propia existencia para orientarla hacia la santidad de Dios.

Aunque se espera que las rutas tradicionales de peregrinación a Roma y en la propia Roma sean muy transitadas durante el Año Santo, los católicos también pueden peregrinar a lugares santos locales, o incluso a sus propias parroquias, para rezar, confesarse o celebrar Misa.

Muchas diócesis han designado determinadas parroquias o lugares santos como lugares de peregrinación durante el Año Santo. Estos lugares ofrecen a los peregrinos la oportunidad de recibir la Indulgencia Jubilar.

En el culmen de la Peregrinación, muchos peregrinos expresan que quisieran que la peregrinación no terminara… quisieran seguir en la experiencia de contemplar. Como aquellos apóstoles que querían hacer tres chozas y quedarse en el Tabor. Lo cierto es que hay que bajar y regresar al mundo…¡pero es un regreso renovado!

Muchos, regresan a sus actividades, personales, familiares y laborales, con las dificultades que inevitablemente se presentan, pero con una nueva mirada…la de una fe renovada y más sólida en Cristo.

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Razones para peregrinar en un Año Santo:

  • Podremos ganar la indulgencia plenaria.

  • Peregrinar nos permite sumergirnos en nuestra riqueza histórica, fortaleciendo nuestra comprensión y aprecio de nuestra fe.

  • Fortalecemos la Fe: Peregrinar, sin duda, nos proporciona un espacio para la adoración y la reflexión, renovando nuestro entusiasmo en la misión evangelizadora de la iglesia.

  • Entramos en comunión con la Iglesia Universal. Este sentido de comunión refuerza la unidad de la Iglesia y peregrinando creamos un lazo personal tangible con otros hermanos con los que compartimos la fe.

  • Damos testimonio de Fe. contribuimos a la manifestación visible de la presencia y la fuerza de la fe católica.


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