DICIEMBRE MES DE LA INMACULADA – DIA 10

Publicado por Equipo Fatimazo Por la Paz el

HONRAR EL MISTERIO DE LA PURIFICACIÓN DE MARÍA

Como todas las mujeres del pueblo, ella se presenta al templo de Jerusalén acompaña da de del Espíritu Santo. Y como pertenecía a la clase de los pobres, fue modesta su ofrenda y pequeña su oblación.

Pero un fin más alto la conducía al santuario del Señor. Iba a dar gracias a Dios por el incomparable beneficio de su fecundidad gloriosa. Si toda paternidad viene de Dios, la maternidad de María era la obra primorosa de su amor y de su misericordia, el principio de la felicidad del mundo y el testimonio más elocuente de la predilección que tenía por la que eligió por Madre del Verbo encarnado. Por lo mismo, ella debía a Dios beneficios más excelsos que todas las madres juntas y acciones mas ardientes de gracias que las que le han enviado en todos los siglos todas las que han sido favorecidas con el don de la fecundidad.

¡Ah! ¡Cuáles serían en ese momento los ardores de la gratitud de María, que conocía en toda su magnitud la gracia de que había sido depositaria! Su corazón, abrazado en las llamas del amor y del reconocimiento, levantarla hasta el cielo, a manera de purísimo incienso, los mas encendidos afectos que jamás se escaparan del corazón humano. Ella, que amó a Dios desde el primer momento de su existencia, ¿cuál estaría su corazón cuando, no sólo amaba a Dios como simple criatura y lo bendecía no solamente por los dones comunes que le había otorgado, sino que lo amaba como madre y lo bendecía por las excepcionales prerrogativas de que la acababa de colmar?

No es la inteligencia humana capaz de comprender la intensidad de los afectos de amor y gratitud que brotarían en ese momento del pecho amante y agradecido de María. Ellos excederían sin duda, a los de los más ardientes serafines.

He aquí lo que nos enseña María en el misterio que meditamos. Cumple a todos los hombres el deber ineludible de dar a Dios acciones incesantes de gracias por todos los beneficios, así generales como particulares, con que han sido favorecidos. Quien se muestre ingrato y olvidadizo con el Bienhechor soberano se ha ceindigno de sus favores. El primero de los deberes del beneficiado es el de la gratitud para con su benefactor. La naturaleza misma impone esta obligación y quien rehúse cumplirla contraria los sentimientos mas naturales que abriga el corazón.

La gratitud, como todos los sentimientos del alma, se manifiesta por medio de repetidos actos; y así como el amor se deja conocer por actos de amor, el agradecimiento debe mostrarse con acciones de gracias.

¡Ah! ¿Quién será aquel que en cada uno de los días de su vida no tenga un nuevo beneficio que agradecer a Dios? La conservación de la vida, el alimento que nos mantiene, el vestido que nos cubre, el techo que nos guarece, el sol que nos calienta, el aire que respiramos… todo es obra de su mano generosa. Las inspiraciones secretas, las mociones de la voluntad, los pensamientos saludables, los propósitos santos en orden a la reforma y perfeccionamiento de la vida, las advertencias caritativas, los buenos consejos y hasta lo que llamamos desgracias y contratiempos, son otros tantos beneficios que recibimos de su infinita liberalidad.

Y si sus favores no cesan, ¿cómo podrán cesar nuestras acciones de gracias? ¿Cómo podremos, sin ser desagradecidos, pasar un día solo sin que levantemos a Dios un acento de ardiente gratitud? Ah! y si consideramos los beneficios generales que ha dispensado Dios al mundo, en la creación, conservación, redención, institución de la Iglesia y llamamiento a la fe, el deber de la gratitud aparece todavía mas estricto e imprescindible. Imitemos a María, cuya vida fue una continuada acción de gracias y cuyo corazón fue un incensario vivo que estuvo siempre perfumando el trono de Dios con los aromas del amor más puro y de la gratitud más ardiente.

JACULATORIA

¡Astro esplendente del día!
Pues que eres de gracia llena,
no me olvides, Madre mía.

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Las reflexiones de este mes estan tomadas del libro:
MES DE MARÍA INMACULADA POR EL PRESBÍTERO
RODOLFO VERGARA ANTÚNEZ
CON APROBACIÓN DE LA AUTORIDAD ECLESIÁSTICA

IMPRIMATUR
Barcelona 25 de enero de 1906
El Vicario General. Provisor
JOSÉ PALMAROLA


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