DICIEMBRE MES DE LA INMACULADA – DIA 16

Publicado por Equipo Fatimazo Por la Paz el

MARÍA AL PIE DE LA CRUZ

La víctima destinada al sacrificio había trepado ya trabajosamente el áspero recuesto del Calvario. Llegado a su cumbre descargó de sus hombros el pesado madero y recibió la orden de tenderse sobre él. Jesús miró con amor el instrumento del suplicio y se reclinó en él como en el tálamo nupcial, donde había de engendrarse la salvación de la humanidad. Extendió sus brazos sobre la cruz; rudos golpes de martillo cayeron sobre los clavos que horadaron sus manos y pies, ligándolos fuertemente al duro madero. Momentos después, la cruz se levantaba en los aires, como se despliega un estandarte de victoria sobre los restos hacinados de un ejército vencido.

Jamás se presentó a la vista de los hombres un espectáculo más horroroso que el que ofrecía el cuerpo despedazado del Redentor. Gruesos hilos de sangre manaban de sus pies y de sus manos; su cabeza coronada de espinas caía lánguida y sin fuerzas sobre el pecho; sus ojos derramaban lágrimas enrojecidas de sangre; sus labios entreabiertos parecían aguardar que por momentos se escapase el último suspiro.

Entre tanto, la naturaleza comienza a gemir y una oscuridad lúgubre empieza a empañar los resplandores del día. Los más animosos de los espectadores se sobrecogen de espanto y abandonan apresuradamente aquel teatro de sangre. Sólo una mujer, inmóvil como una estatua de mármol, permanece de pie junto a la cruz. Indiferente a cuanto acontecía en torno suyo, tiene clavados sus ojos en el ensangrentado madero, y despidiendo ríos de lágrimas, parece contar una a una las heridas del divino ajusticiado. Dibujase en su frente un dolor que la lengua humana jamás podrá explicar, cruzan su rostro sombras de tan terrible angustia, que conmovía a los mismos verdugos.

Es una madre que presencia el horrible espectáculo de la muerte de su único hijo. Es María que ve morir a Jesús. ¡Ah! ¿Quién podrá expresar la intensidad del dolor que experimenta una madre al ver espirar a un hijo tranquilamente entre sus brazos aunque le sea permitido prodigarle todos los amorosos cuidados que dicta el amor? Vedla desolada y llorosa herir los aires con sus lamentos, estrechar entre sus brazos al hijo moribundo cual si quisiera comunicar a sus miembros fríos el calor de sus entrañas. ¡Madres! vosotras lo sabéis.

Pero a esa madre desconsolada no le es dado lo que a todas vosotras, el consuelo de prodigar a su hijo espirante sus maternales cuidados y con ellos hacerle mas soportables sus últimos instantes. Lo ve cubierto de llagas y ninguna puede curarle; quisiera estrecharle contra su pecho para recibir en su seno sus últimos suspiros; levanta sus brazos con la esperanza de alcanzarlo, pero bien pronto los deja caer dolorosamente y los cruza sobre el pecho en ademán amoroso.

Jesús es el hijo único de María; es un hijo que vale inmensamente mas que todos los hijos de todas las madres juntas, y por tanto lo ama mil veces mas que lo que todas las madres pueden amar a sus hijos. Era todo para ella, y perdiéndolo, lo pierde todo: padre, esposo, hijos. Ella lo ve morir; sus ojos son testigos de la crueldad con que se le maltrata; escucha sus últimas palabras y recoge su postrer aliento.

Sin embargo, vedla: para ella no habría mayor dicha que la muerte, porque la vida es odiosa cuando se esta separado de lo que mas se ama; no obstante, soportando con resignación heroica su dolor, permanece de pie junto a la cruz, como el sacerdote en el altar, para ofrecer al Eterno Padre el sacrificio de su propio Hijo por la salud del mundo.

El ejemplo de María nos enseña a sufrir. Cuando la espada del sufrimiento atraviese nuestro corazón, fijemos nuestros ojos en María al pie de la cruz, anegada en un mar de angustias y dolores, y digámonos: si ella sufrió tanto siendo pura e inocente, ¿qué extraño es que suframos nosotros algo, siendo como somos pecadores dignos de eternos castigos? -Ella busca su consuelo en la cruz, y su valentía para presenciar la muerte de su hijo es la mejor prueba de su amor y una fuente de incalculables merecimientos.

Busquemos también nosotros nuestro consuelo en la cruz, por que las llagas que ella abre en el corazón atribulado atraen sobre él el bálsamo de la divina misericordia y son fuentes de gracias y de merecimientos para los que sufren. «La cruz reanuda admirablemente en la región de la gracia los lazos que ella ha roto en el orden de la naturaleza.» – En los momentos de prueba, lejos de entregarnos a la desesperación que hace perder el mérito del sufrimiento sin aliviarlo, digamos con amor:

«Dios mío, yo acepto de vuestra mano la desgracia, como he recibido los beneficios; éste es un medio de agradaros y de probaros mi amor y os lo ofrezco como un débil tributo de mi reconocimiento.»

JACULATORIA

Junto a la cruz consolarte
y en tu llanto acompañarte,
quiero, madre dolorida.

—————

Las reflexiones de este mes estan tomadas del libro:
MES DE MARÍA INMACULADA POR EL PRESBÍTERO
RODOLFO VERGARA ANTÚNEZ
CON APROBACIÓN DE LA AUTORIDAD ECLESIÁSTICA

IMPRIMATUR
Barcelona 25 de enero de 1906
El Vicario General. Provisor
JOSÉ PALMAROLA


0 Comentarios

Déjanos un comentario