El nombre de Jesús está en el corazón de la oración cristiana y del Santo Rosario.
Todas las oraciones litúrgicas se concluyen con la fórmula “Por Nuestro Señor Jesucristo…”, y el “Ave María” culmina con “bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”.
Durante el rezo el rosario, se puede invocar a Jesús con oraciones como el Padre Nuestro, el Credo de los Apóstoles, y la Salve y principalmente está en el centro del Ave María.
“El centro del Ave Maria, casi como engarce entre la primera y la segunda parte, es el nombre de Jesús. A veces, en el rezo apresurado, no se percibe este aspecto central y tampoco la relación con el misterio de Cristo que se está contemplando. Pero es precisamente el relieve que se da al nombre de Jesús y a su misterio lo que caracteriza una recitación consciente y fructuosa del Rosario”.
(Papa San Juan Pablo II de rosario virginis mariae 16 de octubre de 2002)
No cabe duda que el rezo sosegado y devoto del Rosario, hecho en compañía y a ejemplo de María, nos conduce al encuentro con Jesús, nos ayuda a contemplar Su rostro, y así a conocerle, amarle y seguirle: el Rosario está centrado en el nombre de Jesús, por eso tiene poder.
Así pues, el rezo del Rosario, lejos de alejarnos de Cristo, nos lleva a Él. Evitemos su rezo mecánico y distraído y detengámonos al pronunciar JESÚS.
El Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 2666 afirma: “Decir ‘Jesús’ es invocarlo desde nuestro propio corazón. Su Nombre es el único que contiene la presencia que significa. Jesús es el resucitado, y cualquiera que invoque su Nombre acoge al Hijo de Dios que le amó y se entregó por él.”
Que podamos hoy y siempre pronunciar con fe y devoción este dulce y santo Nombre como el ciego de Jericó que clamó con fe y quedó curado: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!” (Lc 18, 38).
0 Comments