LA DOCTRINA DEL SANTO NOMBRE
¿Cómo es que una palabra puede obrar tales prodigios?
Con una palabra Dios hizo el mundo. Con su palabra, hizo surgir de la nada el sol, la luna, las estrellas, las altas montañas y los vastos océanos.
Por Su palabra, Él sostiene la existencia de todo el universo.
¿No obra también el sacerdote en la Santa Misa un prodigio de prodigios?¿No transforma la pequeña hostia blanca en el Dios del cielo y de la tierra por las palabras de la Consagración?
Y aunque sólo Dios puede perdonar los pecados, ¿no perdona también el sacerdote en el confesionario los pecados más negros y los crímenes más atroces?
¿Cómo? Porque Dios da a Sus palabras ese poder infinito.
Así también Dios, en Su inmensa bondad, nos da a cada uno de nosotros una palabra todopoderosa con la que podemos hacer maravillas para Él, para nosotros mismos y para el mundo.
Esa palabra es “Jesús”.
Recordemos lo que nos dice San Pablo al respecto: que es “un nombre sobre todo nombre”, y que...
"En el nombre de Jesús, toda rodilla se doblará en el Cielo, en la tierra y en el infierno".
¿Pero por qué?
Porque Jesús significa Dios hecho hombre, es decir, la Encarnación.
Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, se le llamó Jesús, de modo que cuando decimos Jesús ofrecemos al Padre Eterno el amor infinito, los méritos infinitos de Jesucristo; en una palabra, le ofrecemos a su propio Hijo Divino; le ofrecemos el gran Misterio de la Encarnación. ¡Jesús ES la Encarnación!
🔸 Cuando digas el Nombre de Jesús, recuerda también agradecer a Nuestro Dulce Señor por su Encarnación.
Cuando estuvo en la Tierra curó a diez leprosos de su repugnante enfermedad. Ellos se alegraron y se fueron llenos de alegría y felicidad, pero sólo uno regresó para darle las gracias. Jesús se sintió muy dolido y dijo: "¿Dónde están los otros nueve?"
¿No tiene Él mucho más motivo para sentirse afligido y dolido con vosotros y conmigo, que le agradecemos tan poco todo lo que ha hecho por nosotros en la Encarnación y en su Pasión?
Santa Gertrudis solía agradecer a Dios con una pequeña exclamación su bondad al haberse hecho hombre por ella. Nuestro Señor se le apareció un día y le dijo: "Hija mía, cada vez que honras mi Encarnación con esa pequeña oración, me dirijo a mi Padre Eterno y ofrezco todos los méritos de la Encarnación por ti y por todos los que hacen como tú".
¿No deberíamos entonces tratar de decir a menudo: “Jesús, Jesús, Jesús”, seguros de recibir una gracia igualmente maravillosa?
🔸 Otra intención al pronunciar la Palabra "Jesús" es "Jesús muriendo en la Cruz", pues San Pablo nos dice que Nuestro Señor mereció este Santísimo Nombre por sus sufrimientos y muerte.
Por eso, cuando decimos “Jesús”, debemos también desear ofrecer la Pasión y Muerte de Nuestro Señor al Padre Eterno para su mayor gloria y para nuestras propias intenciones.
Así como Nuestro Señor se hizo hombre por cada uno de nosotros, como si cada uno de nosotros fuera el único que existe, así murió, no por todos los hombres en general, sino por cada uno en particular.
Cuando estaba colgado en la Cruz, me vio, te vio a ti y ofreció cada punzada de su terrible agonía, cada gota de su Preciosa Sangre, todas sus humillaciones, todos los insultos y ultrajes que recibió, ¡por mí, por ti, por cada uno de nosotros!
Nos ha dado todos estos méritos infinitos como propios. Podemos ofrecerlos cientos y cientos de veces cada día al Padre Eterno, por nosotros mismos y por el mundo.
Hagamos esto cada vez que decimos “Jesús”, y al mismo tiempo, queramos agradecer a Nuestro Señor todo lo que ha sufrido por nosotros.
🔸 La tercera intención que debemos tener al decir “Jesús” es ofrecer todas las Misas que se celebran en todo el mundo para gloria de Dios, para nuestras propias necesidades y para el mundo en general.
Se celebran alrededor de 500.000 Misas diarias. Y podemos y debemos participar en todas ellas.
La Misa trae a Jesús a nuestros altares. En cada Misa Él está presente de nuevo aquí en la tierra, tan real como cuando se hizo hombre en el vientre de su Madre. También se sacrifica en el Altar tan real y verdaderamente como lo hizo en el Calvario, aunque de una manera mística e incruenta.
La Misa se dice, no sólo para todos los que asisten a la iglesia, sino para todos los que desean escucharla y ofrecerla con el sacerdote.
Lo único que tenemos que hacer es decir con reverencia: "Jesús, Jesús", con la intención de ofrecer estas Misas y participar en ellas. Al hacer esto, tenemos parte en todas ellas.
Por eso, cada vez que digamos “Jesús”, que nuestra intención sea:
- Ofrecer a Dios todo el amor infinito y los méritos de la Encarnación.
- Ofrecer a Dios la Pasión y Muerte de Jesucristo.
- Ofrecer a Dios todas las Misas que se celebran en el mundo, para su gloria y para nuestras propias intenciones.
1 Comment
Maria Fernanda Sanchez Santoyo · 25 de enero de 2025 at 9:22 AM
Wow no sabía eso. Gracias Teresita