“Mil años disfrutando de la gloria humana no valen mas que una hora que pasamos en dulce comunión con Jesús en el Santísimo Sacramento”
“Corran a los pies de Jesús en el Santísimo Sacramento”
“Arrodíllense y ríndanle el tributo de vuestra presencia y devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento”“Confíenle todas vuestras necesidades junto con las de los demás”

El padre Pío, a los pies del altar, dirigía la “Visita a Jesús Sacramentado” e impartía la bendición con el Santísimo. Se conmovía tan profundamente que llegaba incluso a las lagrimas; y lo que pasaba en su interior podemos descubrirlo en estas palabras que escribió al padre Agustín el 3 de diciembre de 1912:

“A veces me pregunto si es posible que haya almas que no sientan abrasar de amor divino cuando se encuentras ante Jesús Sacramentado. Esto a mi me parece imposible, si sobre todo se trata de sacerdotes o de religiosos”( Epist.I,317)

De la sinceridad con la que el padre Pío invitaba a la visita y a la adoración al Santísimo dan fe estas palabras sacadas de la carta que dirigió a Asunta di Tomaso el 4 de enero de 1922:

”Vuela en espíritu al sagrario, cuando no puedes ir en persona; y allí expresa tus ardientes deseos y habla y pide y abraza al Amado de las almas, mejor que si te concediese recibirlo sacramentalmente.” ( Epist.III,448)

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RECOMENDACIONES QUE EL PADRE PÍO DABA A UNA HIJA ESPIRITUAL (ANITA) PARA VIVIR CON PLENITUD LA EUCARISTÍA:

“Con el fin de evitar irreverencias e imperfecciones en la casa de Dios, en la iglesia – que el divino Maestro llama casa de oración -, le exhorto en el Señor a practicar lo siguiente:

🔹 Entre en la iglesia en silencio y con gran respeto, considerándose indigna de aparecer ante la Majestad del Señor.

🔹 Avergoncémonos por haber dado acceso al diablo y sus seducciones muchas veces, por no ser capaces de mantener nuestros corazones puros y nuestros cuerpos castos; por haber permitido a nuestros enemigos insinuarse en nuestros corazones, profanando el templo de Dios que somos a través del santo bautismo.

🔹 En seguida, tome agua bendita y haga la señal de la cruz con cuidado y lentamente.

🔹 En cuanto esté ante Dios en el Santísimo Sacramento, haga una genuflexión devotamente. Después de haber encontrado su lugar, arrodíllese y haga el tributo de su presencia y devoción a Jesús en el Santísimo Sacramento. Confíe todas sus necesidades a Él junto con la de los demás. Hable con Él con abandono filial, de libre curso a su corazón y dele total libertad para actuar en usted como él crea mejor.

🔹 Al asistir a la Santa Misa y a las funciones sagradas, permanezca muy compuesta, cuando en pie, arrodillada y sentada, y realice todos los actos religiosos con la mayor devoción. Sea modesta en su mirada, no gire la cabeza aquí y allí para ver quien entra y sale. No ría, por respeto a este santo lugar y también por respeto de quienes están cerca de usted. Intente no hablar, excepto cuando la caridad o la estricta necesidad lo requieran.

🔹 Si reza con los demás, diga las palabras de la oración claramente, observe las pausas y nunca se apresure.

🔷 En suma, compórtese de tal manera que todos los presentes sean edificados, y que, a través de usted, sean instados a glorificar y amar al Padre celestial.

🔸 Al salir da iglesia, debe estar recogida y calma. En primer lugar, pida el permiso de Jesús en el Santísimo Sacramento; pida perdón por las faltas cometidas en su presencia divina y no Le deje sin pedir y recibir Su bendición paterna.

🔸 Cuando esté fuera de la iglesia, sea como todo seguidor del Nazareno debería ser. Sobre todo, sea extremamente modesta en todo, pues esta es la virtud que, más que cualquier otra, revela los sentimientos del corazón.

🔸 Debe ser modesta al hablar, modesta en la sonrisa, modesta en su porte, modesta al caminar. Todo eso debe ser practicado, no por vanidad, con el fin de mostrarse a si misma, ni con hipocresía con el fin de aparecer buena a los ojos de los demás, sino, por la fuerza interna de la modestia, que reglamenta el funcionamiento exterior del cuerpo.

🔶 Por tanto, sea humilde de corazón, circunspecta en las palabras, prudente en sus resoluciones. Sea siempre económica al hablar, asidua a la buena lectura, atenta en su trabajo, modesta en su conversación. No sea desagradable con nadie, sino benevolente para con todos y respetuosa con los más ancianos. Que cualquier mirada siniestra salga de usted, que ninguna palabra osada escape de sus labios, que nunca haga una acción indecente o de alguna forma gratuita; nunca especialmente una acción gratuita o un tono de voz petulante.

🔶 En suma, deje que todo su exterior sea una imagen vívida de la compostura de su alma.

🔹 Mantenga siempre la modestia del divino Maestro ante sus ojos, como un ejemplo; este Maestro que, según las palabras del Apóstol a los Corintios, colocó la modestia de Jesucristo en pié de igualdad con a mansedumbre, que era su virtud particular y casi su característica: “Ahora yo, Paulo, os ruego, por la mansedumbre y humildad de Cristo”, y de acuerdo con tal modelo perfecto, reforme todas sus acciones externas, que deben ser reflejos fieles, revelando los afectos de su interior.

🙏🏻 Nunca se olvide de este modelo divino, Anita. Intente ver una cierta majestad adorable en su presencia, una cierta agradable autoridad en su modo de hablar, una cierta agradable dignidad en el andar, en el mirar, en el hablar, al conversar; una cierta dulce serenidad del rostro.

🙏🏻 Imagine esa extremamente compuesta y dulce expresión con la que él llamó a la multitud, haciendo que dejasen ciudades y castillos, llevándolos a las montañas, los bosques, a la soledad y las playas desiertas del mar, olvidando totalmente la comida, la bebida y los quehaceres domésticos.

👉 Así, intentemos imitar, tanto como nos sea posible, estas acciones modestas y dignas. Y hagamos lo mejor para ser, en lo que sea posible, semejantes a Él en la tierra, con el fin de que podamos ser más perfectos y más semejantes a Él por toda la eternidad en la Jerusalén celeste.

Termino aquí, pues soy incapaz de continuar, recomendando que usted nunca se olvide de mí ante Jesús, especialmente durante estos días de extrema aflicción para mí. Espero que la misma caridad de la excelente Francesca por quien usted tuvo la gentileza de dar, en mi nombre, mis manifestaciones de extremo interés en verla crecer cada vez más en el amor divino. Espero que ella me haga la caridad de hacer una novena de Comuniones por mis intenciones.

No se preocupe si es incapaz de responder a mi carta inmediatamente. Lo sé todo, así que no se preocupe. Me despido de usted con el beso santo del Señor. Yo soy siempre su siervo.

Fray Pío, capuchino.

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PLEGARIA REZADA DIARIAMENTE POR SAN PÍO EN LA PEQUEÑA IGLESIA DE S. MARÍA DE LAS GRACIAS

¡Señor mío Jesucristo, que estás día y noche en este Sacramento lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y acogiendo a todos los que vienen a visitarte! Creo que estás presente en el Sacramento del Altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las gracias que me has concedido; especialmente la de haberte dado a Ti mismo a mí en este Sacramento, la de haberme dado por abogada a Tu Santísima Madre María y la de haberme llamado para visitarte en esta iglesia. Saludo a Tu Amantísimo Corazón y entiendo saludarlo por tres fines: primero en acción de gracias por este gran don; segundo, para reparar todas las injurias que has recibido de todos tus enemigos en este Sacramento; tercero, con esta visita tengo la intención de adorarte en todos los lugares de la tierra donde Tú Sacramentado, eres menos reverenciado y más abandonado.

Jesús mío, te amo con todo mi corazón. Me arrepiento de haber ofendido a Tu Infinita Bondad durante mi vida pasada. Propongo, con Tu Gracia, no ofenderte más y ahora, miserable como soy, me consagro todo a Ti, te entrego y renuncio a mi voluntad, te entrego todos mis afectos, mis deseos y todas mis cosas. De hoy en adelante haz de mí y de todo lo mío lo que te plazca; sólo te pido y deseo Tu Santo Amor, la perseverancia final y el cumplimiento perfecto de Tu Santa Voluntad.
Te recomiendo las almas del purgatorio, especialmente las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santísima. Te recomiendo además a todos los pobres pecadores. Uno, en fin, amado Salvador mío, todos los afectos de Tu Amorosísimo Corazón y así reunidos los ofrezco a Tu Eterno Padre, y a Él ruego en Tu Nombre que por Tu Amor los acepte y los bendiga. Amén.
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ORACIÓN DESPUÉS DE LA SANTA COMUNIÓN DEL PADRE PÍO
Entre las oraciones escritas por san Pío de Pietrelcina, se encuentra esta oración a Jesús. San Padre Pío, escribió diferentes oraciones en torno al santo sacramento y ésta, en especial, recitada después de la comunión, es una ferviente petición a Cristo de permanecer vivo en nosotros. Es una oración de entrega al Señor que podemos recitar con tanta regularidad como sea posible.

“Quédate,Señor, conmigo, porque es necesaria tu presencia para no olvidarte. Sabes cuán fácilmente te abandono.
Quédate, Señor, conmigo, pues soy débil y necesito tu fuerza para no caer muchas veces.
Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi luz y sin ti estoy en tinieblas.
Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi vida y sin ti pierdo el fervor.
Quédate, Señor, conmigo, para darme a conocer tu voluntad.
Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y te siga.
Quédate, Señor, conmigo, pues deseo amarte mucho y estar siempre en tu compañía.
Quédate, Señor, conmigo, si quieres que te sea fiel.
Quédate, Señor, conmigo, porque por más pobre que sea mi alma, desea ser para ti un lugar de consuelo y un nido de amor.
Quédate, Jesús, conmigo, pues es tarde y el día se acaba… La vida pasa; la muerte, el juicio, la eternidad se acercan y es necesario recuperar mis fuerzas para no demorarme en el camino, y para ello te necesito. Ya es tarde y la muerte se acerca. Temo la oscuridad, las tentaciones, la aridez, la cruz, los sufrimientos – y te necesito mucho, Jesús mío, en esta noche de exilio.
Quédate, Jesús, conmigo, porque en esta noche de la vida, de peligros, necesito de ti. Haz que, como tus discípulos, te reconozca en la fracción del pan; que la comunión eucarística sea la luz que disipe las tinieblas, la fuerza que me sustenta y la única alegría de mi corazón.
Quédate, Señor, conmigo, porque en la hora de la muerte quiero estar unido a ti; si no por la comunión, al menos por la gracia y por el amor.
Quédate, Jesús, conmigo; no pido consuelos divinos porque no los merezco, sino el don de tu presencia, ¡ah, sí, te lo pido!
Quédate, Señor, conmigo; sólo a ti te busco; tu amor, tu gracia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque te amo y no pido otra recompensa sino amarte más. Con un amor firme, práctico, amarte de todo corazón en la tierra para seguirte amando perfectamente por toda la eternidad.”

 

 

 


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