NOVIEMBRE DEDICADO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO DÍA 10

Publicado por Equipo Fatimazo Por la Paz el

Conocer que Dios es el último fin de la criatura racional, y no poderle amar por desgracia es la pena de daño que padece el réprobo en el Infierno; amar a Dios libre y necesariamente y no poder gozar de Él por sus culpas, es la pena de daño propia del Purgatorio; y si el odio que por carecer de la gracia nutren por necesidad contra Dios los condenados forma una gran parte del Infierno, la vehemencia del amor con que las almas del Purgatorio animadas de la gracia suspiran por su Dios, añade tanta intensidad a sus penas, que las hace casi superiores a las del mismo Infierno.

¡Ah! sí, que el amor no satisfecho es el más cruel tormento del corazón humano! Atendamos seriamente, oh cristianos, a moderar un afecto tan
vehemente.

Por el grandísimo amor que las almas del Purgatorio profesan a Dios desean a cada instante unirse con Él; mas con Él no se pueden unir si no quedan plenamente purificadas en las llamas.

Por lo cual, cuanto más suspiran por ver a Dios llevadas de la caridad, tanto más desean no verle obligadas por sus desméritos.

El amor, pues, al mismo tiempo las mueve y las detiene, las eleva y las abate, las enciende y las hiela; y con alternarse de continuo los efectos contrarios hiere y despedaza de tal suerte su ánimo, que es más desapiadado el fuego que las quema en lo interior que no el que las abrasa por defuera.

La paz del alma es la felicidad del hombre; y nosotros, ¿cómo amamos la paz y noy la procuramos con las obras?

Atendido el perfecto amor de Dios deben las almas del Purgatorio estar resignadas en sus padecimientos; mas la resignación de la tierra si no les desacerba la pena enteramente se la endulza de tal modo que es menos sensible, y a las veces se hacen aun suave lo mismo que se padece.

Mas en el Purgatorio no es así. Por lo mismo que están aquellas almas más resignadas a la voluntad de Dios, son también más atormentadas, mientras en virtud de su misma conformidad desearían hacerse enteramente dignas de ser amadas por Él, y al conocer que no lo son todavía se deshacen por serlo lo más pronto posible a fuerza de sufrimientos.

Por consiguiente cuanto más padecen más desean padecer, y no se sacian jamás de tormentos. ¿Qué especie de martirio es este tan inexplicable?

Y nosotros, oh cristianos, ¿no buscaremos sino rosas y flores, diversiones y placeres?

Confundámonos y enmendémonos como es debido.

ORACIÓN

Que confusión nos causa, ¡oh Señor!, nuestra conducta! Nosotros nos humillamos al considerar la admirable resignación de las almas del Purgatorio.

¡Ah! Por esta misma resignación dadles, oh gran Dios, la libertad.

No merece ya penar quien está dispuesto a sufrir tormentos aún mayores. Es bien digno de vuestra gloria quien se abstendría de ella por más tiempo para merecerla mayormente.

Aceptad, oh Señor, los generosos sentimientos de aquellas almas, y sed también Vos generoso con ellas, perdonando todas sus pasadas faltas y admitiéndolas al goce de vuestra eterna felicidad.


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