NOVIEMBRE DEDICADO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO DÍA 11

Publicado por Equipo Fatimazo Por la Paz el

La esperanza sirve unas veces de consuelo, otras de tormento al corazón humano.

Ninguno espera tanto como las almas del Purgatorio, y ninguno se resiente más que ellas de las contrarias impresiones de afecto tan violento.

El objeto de sus esperanzas es Dios, Dios, que se promete y se da por merced al justo; y si en consideración de tan grande premio los mayores santos del antiguo y nuevo Testamento rebosaban de júbilo entre la más acerbas desgracias de la vida y las mas fieras persecuciones de los tiranos, mucho más las almas del Purgatorio, en medio de los tormentos de aquella cárcel dolorosa, experimenta alivio y consuelo al considerar que allí a poco Dios vehemente enjugará sus amargas lágrimas de dolor, y se engolfarán en un mar de delicias en el seno del sumo Bien.

¿Por qué nosotros en las tribulaciones de la vida no levantamos los ojos al Cielo, y no nos animamos a sufrir con paciencia aquellas penas que serán recompensadas con tan grande gloria?

Pero la esperanza es tanto más consoladora cuanto más cierta; ¿y quién puede explicar dignamente la seguridad con que las almas del Purgatorio esperan la posesión de Dios?

Ellas dan una ojeada al eterno decreto de la divina predestinación, y se ven elegidas de antemano para la gloria eterna; se acuerdan de las promesas de Jesucristo, y adornadas de la gracia no pueden dudar de ser juntamente con Él herederas de su bienhadado reino; contemplan las obras que hicieron en vida y se prometen la inmortal corona de justicia, de que no puede defraudarlas el Juez supremo: sobre cuyo triple fundamento se consolida en tal manera su esperanza, que no solo se desvanece toda desconfianza y temor, sino que también se desarrolla toda la fuerza y la eficacia de un goce próximo a obtenerse y que no puede faltar.

¡Oh, qué soberano consuelo! ¡Oh, qué áncora tan firme y tan segura para el Purgatorio! Y nosotros, ¿de qué tenemos mayor fundamento de tener o de esperar? ¡Oh pensamiento profundo, que debe poner en agitación todo nuestro espíritu!

Como quiera que estén segurísimas las almas del Purgatorio de poseer a Dios, sin embargo este soberano Señor difiere el comunicarse a ellas hasta que no estén enteramente purificadas de toda mancha, para que esta misma dilación redoble y acreciente el ardor de sus ansias, y ensanchándose el ánimo con multiplicarse y sucederse los deseos, se haga más vasto y capaz de poseer y gozar un bien infinito.

De este modo, si la certidumbre de la esperanza por una parte consuela, por otra aflige la dilación del bien deseado, y a manera de un verdugo doméstico atormenta y martiriza con aquellos mismos deseos, que forman el alimento y la vida de la esperanza.

De aquí es que este suplicio es tanto mayor cuanto es mayor el objeto que se espera, y tanto más violento cuanto mas intenso el amor que se le profesa.

No hablo, dice San Agustín, a los mortales fríos e insensibles; pero dadme un corazón que ame, un corazon que espere el soberano Bien; dadme un corazón tal, y sentirá toda la fuerza de lo que digo.

ORACIÓN

Nosotros, oh Señor, aunque fríos e insensibles, conocemos el duro contraste que deben sufrir las almas del Purgatorio por los contrarias efectos de la esperanza que nutren de Vos.

¡Ah! Vos, que sois como el Dios de la esperanza asi también del consuelo y de la paz, aquietad y contentad su espíritu.

Poned fin a la larga dilación que las atormenta. Gocen de Vos, que hasta ahora fuisteis el soberano objeto de su esperanza.

Lleguen por último a Vos, oh gran Dios, pues con poseeros serán plenamente consoladas y felices para siempre.

 


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