NOVIEMBRE DEDICADO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO DÍA 17

Si todos los cristianos oyesen cual debieran las voces de la naturaleza, de la religión, de la patria, las insinuaciones de la sangre, de la amistad, de los beneficios, y el clamor de su conciencia por el cumplimiento de las promesas y de los deberes de justicia, sería tal la múchedumbre de los sufragios que cual copiosa lluvia bajaran al Purgatorio, que se apagarian aquellas ardientes llamas.
Mas, ¡ay dolor! La tierra es muy avara de socorros; y son escasos los consuelos que se proporcionan a las afligidas almas que padecen en aquella profunda mazmorra de dolor.
Auméntase su pena con nuestro cruel olvido, tanto más reprensible cuanto mayor es la obligación que tenemos de socorrerlas. No demos motivo para que en adelante se nos pueda echar en cara tan inhumano olvido.
San Cirilo dice que la tierra y el Purgatorio forman un singular contraste.
En aquella profunda cárcel padecen las almas todo género de tormentos, y en la tierra apenas hay quien vuelva a ellas los ojos para compadecerse de su amargura. De allá se pide con lúgubres gemidos algún socorro, y aquí apenas hay quien se ponga a escucharles. De allá se reclaman los sufragios prometidos y el cumplimiento de las mandas piadosas, y aquí penas hay quien se mueva a prestarles auxilio. Allá todo es lágrimas y desolación, y aquí apenas hay en los corazones una sombra de la ternura y compasión con que deberían empeñarse en abrir las puertas de aquella prisión de fuego.
¿Quién creería que se hallase en los hombres tanta insensibilidad, en los cristianos tanta crueldad, en los amigos y parientes tanta ingratitud y perfidia? Y en nosotros, ¿qué es lo que hay?
Y las almas del Purgatorio, ¿se portan con los hombres con igual dureza? ¿Dan gritos de venganza?
¡Ay de nosotros si así lo hicieran!
La divina justicia está encendida en una santa ira por la crueldad con que miramos aquellas almas justas encomendadas a nuestra misericordia, y si ellas se quejasen de nosotros, sin duda que caería sobre nuestras cabezas el rayo de su indignaciĺn.
Pero son hijas e imitadoras fieles de aquel Dios que desde su Cruz pedía perdón para los que le crucificaban: lo mismo hacen ellas en favor de aquel hermano, de aquel hijo, de aquel esposo que, olvidando su antiguo cariño, como que prolongan su martirio por no socorrerlas.
Las almas del Purgatorio ruegan por nosotros, detienen el brazo del Omnipotente, y en vez de castigos nos alcanzan mercedes.
Si no nos mueven sus gemidos, conmuévanos su piedad y solicitud en favor nuestro, y correspondámosles con iguales sentimientos de caridad trabajando por ellas hasta librarlas de su angustia y tormentos.
ORACIÓN
No miréis, Señor, nuestro olvido e ingratitud para con aquellas almas abandonadas; oíd, sí, sus clamores que para nosotros os piden piedad y perdón.
¡Ah! Ya no seremos sordos a sus lamentos, ni tan insensibles r ingratos. Nos penetraremos de lo mucho que padecen, recordaremos con frecuencia sus tormentos, y no dejaremos de aliviarlas con sufragios continuos.
Y Vos, Señor, perdonadnos el descuido que hasta ahora hayamos tenido, concedednos el no volver a incurrir en semejante falta, y dadnos gracia y fortaleza para cumplir nuestros caritativos propósitos.
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