Semana del Cristiano con san Francisco de Sales. Sábado, dedicado a la Santísima Virgen.

El amor de san Francisco de Sales a la Virgen María se resume así:

«Verdaderamente grande fue su devoción a la Madre del espléndido amor, de la ciencia, del amor casto y de la santa esperanza. Desde sus primeros años se dedicó a venerarla».

En sus cartas, la presencia de María es como la levadura en la masa: discreta, silenciosa, activa y eficaz.

El 8 de diciembre de 1621, escribe a una religiosa:
«La gloriosa Virgen nos colme de su amor para que juntos, usted y yo, que hemos tenido la suerte de ser llamados y embarcados bajo su protección y en su nombre, cumplamos santamente nuestra navegación con humilde pureza y sencillez, para que un día podamos encontrarnos en el puerto de la salvación, que es el Paraíso».

Cuando escribe cartas en proximidad de alguna fiesta mariana, no pierde la oportunidad para mencionarla o inspirarse en ella para una reflexión.
Por ejemplo:
– para la Asunción de María al Cielo: «¡Que esta santa Virgen, con sus oraciones, nos haga vivir en este santo amor! Que este sea siempre el único objetivo de nuestro corazón».

– para la Anunciación: es el día «del saludo más bendito que jamás se haya dado a una persona. Suplico a esta gloriosa Virgen que le conceda algo del consuelo que Ella recibió».

¿Quién es María para San Francisco de Sales?

1. Es la Madre de Dios
No solo madre, sino también… ¡abuela!
«Honre, reverencie y respete con un amor especial a la santa y gloriosa Virgen María: es la Madre de nuestro Padre soberano y, por tanto, también nuestra querida abuela. Recurramos a Ella como nietos, arrojémonos a sus rodillas con absoluta confianza; en todo momento, en toda circunstancia, apelemos a esta dulce Madre, invoquemos su amor maternal y, esforzándonos por imitar sus virtudes, tengamos para Ella un sincero corazón de hijos».

Nos lleva a Jesús: «¡Haced lo que Él os diga!».
«Si queremos que la Virgen pida a su Hijo que cambie el agua de nuestra tibieza en el vino de su amor, debemos hacer todo lo que Él nos diga. Hagamos bien lo que el Salvador nos diga, llenemos bien nuestros corazones con el agua de la penitencia, y esta agua tibia será transformada en vino de amor ferviente».

2. Es el modelo que debemos imitar
Al escuchar la Palabra de Dios.
«Recíbala en su corazón como un ungüento precioso, siguiendo el ejemplo de la Santísima Virgen que guardaba cuidadosamente en el suyo todas las alabanzas pronunciadas en honor de su Hijo».

Modelo para vivir con humildad.
«La Santísima Virgen, Nuestra Señora, nos ha dado un grandísimo ejemplo de humildad pronunciando estas palabras: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Al decir que es la esclava del Señor, efectúa el mayor acto de humildad que se puede hacer e inmediatamente después realiza un excelentísimo acto de generosidad diciendo: “Hágase en mí según tu palabra”».

Modelo para vivir una santidad común.
«Si se quiere alcanzar la verdadera santidad, esta debe ser común, diaria, cotidiana como la de Nuestro Señor y Nuestra Señora».

Modelo para vivir con serenidad.
«Si se siente demasiado preocupada, calme su alma y trate de devolverle la tranquilidad. Imagine cómo trabajaba tranquilamente la Virgen con una mano mientras con la otra sostenía a Nuestro Señor, durante su infancia: lo sostenía en un brazo, sin apartar nunca de Él la mirada».

Modelo para entregarnos pronto a Dios.
«Oh, qué felices son las almas que, a imitación de esta santa Virgen, se consagran como primicias desde su juventud al servicio de Nuestro Señor».

3.. Es la fuerza en el sufrimiento
El marido de la señora de Granieu sufre ataques de gota muy dolorosos. Francisco comparte el sufrimiento del caballero y añade:
«Un dolor que nuestra santísima señora y abadesa (la Virgen María) puede aliviar en gran medida conduciéndole al Monte Calvario, donde tiene el noviciado de su monasterio enseñando no solo a sufrir bien, sino a sufrir con amor todo lo que nos sucede a nosotros y a nuestros seres queridos».

Concluyo con este espléndido pasaje que resalta el vínculo que une a María con el creyente cada vez que se acerca a la Eucaristía:

«¿Quiere convertirse en pariente de la Virgen María? ¡Comulgue! Pues al recibir el Santo Sacramento recibe la carne de su carne y la sangre de su sangre, ya que el preciado cuerpo del Salvador, que está en la divina Eucaristía, ha sido hecho y formado con su purísima sangre y con la colaboración del Espíritu Santo. Visto que no puede ser pariente de la Virgen como lo era Isabel, séalo imitando sus virtudes y su vida santa».

Oración a la Santísima Virgen María, compuesta por San Francisco de Sales,

Acuérdate, dulcísima Virgen, de que tú eres mi Madre y yo soy tu
hijo; de que tú eres muy poderosa y yo soy pequeño, pobre, miserable, y
débil. — Yo te ruego, dulce Madre mía, que me gobiernes y defiendas en
todas mis empresas y acciones.
No me digas, graciosa Virgen, que no puedes; porque tu amado Hijo
te ha dado todo poder Tampoco me digas que no debes, porque eres la
Madre común de todos los pobres seres humanos, y singularmente mía.
Si no pudieras, yo te excusaría diciendo: cierto es que ella es mi
Madre y que me ama como hijo suyo, mas le falta el poder.
Si no fueras mi Madre, con razón tendría paciencia, diciendo: Ella es
muy rica para socorrerme; pero ¡ay!, como no es mi Madre, no me ama.
Mas, oh dulcísima Virgen, supuesto que eres mi Madre y que eres
poderosa, ¿cómo te excusaría, si no me ampararas?
Ya ves, Madre mía, que estás obligada a atender a todas mis
peticiones.
Por el honor y gloria de tu Hijo, acéptame como hijo tuyo, sin
atender a mis miserias y pecados.
Libra mi alma y mi cuerpo de todo mal, y dame todas tus virtudes,
principalmente la humildad.
En fin, alcánzame todos los dones, bienes y gracias que agradan a la
Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así sea.

LA SEMANA DEL CRISTIANO
Fatimazo por la Paz

 


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