La región de Limousín está localizada cerca del corazón de Francia en una zona rural que ha sufrido mucho por herejías como las realizadas por seguidores protestantes luteranos y calvinistas a través de los siglos. La devoción a Nuestra Señora siempre ha sido un remedio seguro, tanto, que ha sido denominada con el título de “Destructora de las Herejías”. Entre muchos milagros que se conocen que han sucedido en la Basílica de Nuestra Señora, en Limousín, Francia, se cuenta especialmente de un cierto hereje que había ridiculizado la devoción que se le tenía a Nuestra Señora. El se escondía en el bosque y acechaba a los peregrinos que iba en camino a la Basílica de de Nuestra Señora. Sin ningún temor de Dios o hacia Nuestra Madre, él bloqueaba el camino de los peregrinos y se burlaba de ellos de haber emprendido semejante viaje con tal fin; y se burlaba de sus creencias cristianas y se refería a ellos con reproches sarcásticos y los ridiculizaba. Pero el infeliz hombre pronto iba a arrepentirse de su locura. Fue severamente castigado un día cuando en su camino de regreso vió su casa envuelta en llamas frente a sus propios ojos. Aún con la asistencia de sus vecinos, todos los intentos de apagar las llamas fueron infructuosas. En cuestión de minutos su casa estaba completamente envuelta en llamas. Mientras el fuego estaba en su máxima fuerza nuestra Señora apareció entre las flamas con toda su majestad y fué vista y atestiguada por todos los presentes quienes inmediatamente cayeron de rodillas y suplicáronle al hereje que hiciera lo mismo. Entonces miraron al hombre y lo vieron completamente destrozado, asustado y frustrado; éste se postró ante la imagen de la Virgen llamándola Madre de Dios y suplicándole Su misericordia y su perdón. Sus peticiones no fueron en vano. Pero, no fue su casa la que fue salvada, sino su propia alma. En ese momento él experimentó una verdadera y duradera conversión y continuó su vida en una forma penitencial. Murió como un verdadero creyente.


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