A mitad de camino entre Madrid y Toledo se encuentra la villa de Illescas, en donde se venera a la Virgen de la Caridad.
Como todas las imágenes antiguas ésta también tiene su tradición, que nos dice fue realizada por el evangelista San Lucas en Antioquia y traída a la ciudad de Toledo por San Pedro apóstol entre los años 50 y 60, cuando éste viajó a Hispania.
Esta imagen pequeña y morena sería de las “aquerotipas”, es decir, no hechas por mano humana, sino por ángeles o talladas por San Lucas.
Terminó en manos de San Ildefonso de Toledo, a quien inspiró su célebre “Tratado de la perpetua virginidad de Santa María”. Antes de que el santo arzobispo la donara al monasterio Deibiense ubicado en el perímetro de la actual Illescas.
San Ildefonso, cuando era arzobispo de Toledo y en el año 636 vino a Illescas a fundar un monasterio de la orden de San Benito, donde coloca la imagen de la Virgen.
Lo más probable es que con la invasión musulmana se destruyera la imagen de la Virgen que trajo San Ildefonso en el siglo VII. Pero tras la reconquista hacia el siglo XII o XIII se debió realizar una réplica de la anterior, una talla de la Virgen sedente con el Niño en brazos, seguramente morena y de estilo románico.
Hacia el siglo XVI, llega a España la moda de vestir a las imágenes y se engalana con los mantos que la regalaban. Y ya en el siglo XIX, se decide sustituir el rostro moreno de la Virgen antigua por uno más blanco y sonrosado, que es el hoy contemplamos.
La Virgen de la Caridad tiene fama de milagrosa. El primer milagro del que se tiene registro tuvo lugar el 11 de marzo de 1562.
Así lo describe el Libro de los Milagros de Nuestra Señora, expuesto en el Museo del Hospital – Santuario de la Caridad:
“Sobre las nueve de la mañana del día 11 de marzo de 1562, había ingresado en el hospital una moza tullida, Francisca de la Cruz, que tenía las pantorrillas pegadas a los calcañares y no podía andar sino a gatas. Venía echada de bruces sobre un borriquillo con dos costales de paja atados a los largo de los lados del lomo. Era acompañada de los hospitaleros de Torrejón de Velasco, Pedro Marcos y su mujer Mari Rodríguez, e iba camino de Toledo, dónde ingresaría en el Hospital de los Incurables. Ella había oído hablar de las mercedes de la Virgen de la Caridad, y recién llegada, la hospitalera le recomienda acuda a la Señora a suplicar la salud. Se hallaba en el patio del Hospital echada al sol y andando a gatas, se llegó hasta cerca de la entrada a la capilla. Había muchos testigos, y abiertas las puertas, comenzó a hacer oración rogando a la Señora le diera la salud en sus piernas o la llevase de esta vida. Luego le vino un sudor con desmayo que no sabía si era a causa de no haber comido. Siguió arrastrándose hasta las gradas del altar y sentada en ellas, por espacio de una hora vino haciendo oración y empezó a notar se le despegaban y desentumecían las piernas y probó tenerse en ellas.Y la hospitalera que la vio se arrimó a ella con un báculo, pero Francisca sin ayuda alguna se incorporó y salió por sus pies andando por todas las salas del hospital, proclamando a voces el milagro y también salió por las calles del pueblo. Serían como las dos de la tarde”.
Su historia mereció la coronación canónica por manos del cardenal Plá y Deniel el 12 de octubre de 1955.
El gran fervor y admiración sentido por la Virgen de la Caridad propulsó la realización de réplicas de esta imagen que fueron llevadas a distintos puntos de España como Calatayud, Sanlúcar de Barrameda, Requena, entre otros y puntos de América como Tlaxcala (México) y la Isla de Cuba, donde es conocida como Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.
Este solemne nombramiento fue proclamado por el Papa Benedicto XV en el año 1916. Posteriormente en un viaje realizado por San Juan Pablo II a la Isla de Cuba en el año 1998, se coronó con gran dignidad a la Virgen como Patrona de Cuba.
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