El 14 de Enero se recuerda en Montserrat, España, a Nuestra Señora de la Palabra. Acoger y transmitir la Palabra de salvación es la misión de la Iglesia. María, la Virgen-Madre, es su prototipo. ¿Quién, como María, ha acogido la Palabra de Dios y la ha dado al mundo? Éste es el núcleo de su vida y misión. Ha de ser la de todos los hijos de la Iglesia.
Cuando Dios comunica a María su proyecto salvador y le hace la propuesta de contar con ella, María tenía un proyecto personal distinto: estaba prometida a José. A pesar de todo, la respuesta de María fue clara: Aquí tienes a la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra. La Palabra de Dios fue acogida con tal amor y libertad, que se hizo carne en la carne de María. Acoger la Palabra es tenerla, cuidarla y vivir de ella y con ella. Llena de Dios, su hijo, y exultante de gozo, María visita a su prima Isabel y le comparte el proyecto salvador de Dios, que conoce y lleva dentro de sí. Lo hace con el canto del Magníficat: la música es el Espíritu Santo, la letra es la Palabra de Dios y la voz es mariana. María conoce y ha hecho suyas las Escrituras Santas; su mente, su corazón, su vida giran en torno a la Palabra de Dios, y su obrar es expresión viva de ella. ¿Por qué no es así para el cristiano?
En torno al nacimiento, infancia y adolescencia de Jesús, María guardaba, conservaba y meditaba todas estas cosas en su corazón. Las palabras y los hechos de Jesús eran acogidos, poco a poco comprendidos, asumidos y vividos por la Madre. Así se hacía verdadera discípula y testigo de la Palabra de Dios encarnada. Y también la daba al mundo de los hombres como Vida y Salvación.
María está entre los discípulos del Señor que escuchan y cumplen sus Palabras. Lo señala el Evangelio. Y el elogio que oye es: ¡Dichosos, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen! María lo sabe: su fidelidad a la Palabra es felicidad para quienes siguen a Jesús. Lo sabe y colabora para que otros lo sean también: Haced lo que os diga. María vive la Palabra e invita a hacerlo. Palabra que, acogida, hace nueva la vida con una novedad incomprensible.
Incluso, al término de la vida de la Palabra, en el calvario, está Ella recogiendo con cuidado las palabras de Jesús: Ahí tienes a tu Hijo…, ahí tienes a tu Madre. Y en su corazón van a florecer mil y mil Hijos más, fruto también de la Palabra divina, fecunda con la fecundidad de Dios.
Así es María: toda ella, cincelada con esmero por la Palabra. Bellísima, con la belleza de la Palabra. Así es María: Madre, hija y discípula y testigo de la Palabra. Es de verdad, Señora: Nuestra Señora de la Palabra: ¡Ruega por nosotros!
Fuente: Cooperación Parroquial de Cristo Rey
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