Kieff, a orillas del río Dniéper, fue el primer lugar de descanso de la famosa imagen de la Virgen María. Se cuenta que el apóstol san Andrés se detuvo aquí en camino de Constantinopla a Roma. Un día por la mañana, mientras admiraba las colinas de Kieff, escuchó: «¿Ves esas colinas? En esas colinas resplandecerán en adelante la gracia de Dios».

Fue hasta el año 1010 que se cumplió aquella profecía, antes de que el príncipe ruso Vladimir fuera bautizado en Kieff con todo su pueblo, y las enseñanzas del Evangelio comenzaron a salir desde las alturas de las colinas que tanto habían impresionado al apóstol.

El príncipe mandó traer de Kherson una imagen de la Virgen que, según la leyenda, fue pintada por Constantino. El príncipe encomendó al monasterio de Petchersk la custodia del cuadro y ahí permaneció hasta el siglo XV.

En 1467 Iván III, gran duque de Moscú, construyó la Iglesia de la Asunción en el Kremlin con motivo de su matrimonio, para lo que mandó traer el famoso cuadro de Kieff. Los habitantes de Kieff se entristecieron y protestaron porque no querían perder su tesoro más querido.

La Santísima Virgen se le apareció en sueños al príncipe y le pidió que devolviera la imagen, y ella personalmente se encargaría de que fuera reemplazada. A la mañana siguiente, el príncipe devuelve la pintura a Kieff, y para su sorpresa cuando entra a su iglesia encuentra otro cuadro idéntico al que había devuelto.

FUENTE: www.roman-catholic-saints.com

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