Desde Julio de 1870, Francia y Prusia (Actual Alemania) entran en guerra. El ejército pruso avanzaba en su victoria. Cerca de la zona de Pontmain la situación de Francia era tan mala que el ejército francés reclutó jóvenes sin experiencia militar para la zona de defensa. Antes de partir, el párroco los confesó, celebró la santa misa y recibieron la comunión. En la zona se desató una epidemia y el 17 de enero hubo un terremoto en Pontmain. Todo iba mal. La gente escondía sus pertenencias para evitar que cayesen en manos de los prusos. Decían desesperados: «Para qué rezar. Dios no nos oye».

El Padre Guerin, que había sido el párroco por 35 años y había reconstruido la iglesia destruida por la Revolución Francesa, pidió a los niños que oren a la Virgen por protección. Entre esos niños había dos hermanos muy piadosos. Ellos comenzaron el martes, 17 de enero, sirviendo de monaguillos en la Misa, recitando el rosario y haciendo las estaciones de la cruz por las intenciones del hermano mayor que había sido reclutado por el ejército francés.

Esa misma noche uno de los hermanos, Eugenio Barbadette, de 12 años de edad, salía del establo de su familia cuando vio en el cielo una hermosa señora, en el aire, unos 20 pies por encima de los techos. La señora tenía un vestido azul oscuro cubierto de estrellas doradas, un velo negro y una corona de oro. Sus brazos extendidos como en la medalla milagrosa pero sin los rayos. Eugenio se quedó mirándola con asombro por unos 15 minutos. Cuando su padre y su hermano de 10 años, José, salieron del establo, Eugenio grito: «¡Miren allí! ¡Encima de la casa! ¿Qué ven?» José describió a la Señora tal cual como lo hizo Eugenio. Pero el padre no la vio y les ordenó que regresen al establo . Pero un poco después, les dijo que salgan y miren de nuevo. Otra vez la vieron. José repetía: «¡Qué bella es!, ¡Qué bella es!». La madre de los niños, Victoria Barbadette, sabiendo que los niños no mentían, dijo: «Es quizás la Virgen Santísima quien se os aparece. Ya que la ven, recemos cinco padrenuestros y cinco avemarías en su honor».

Después de recitar las oraciones, la Señora Barbadette preguntó a sus hijos si todavía veían a la Señora, ella fue a buscar sus lentes pero no vió a la Señora. Entonces la Sra. Barbadette acusó a sus hijos de mentirosos.

La Sra. Barbadette llamó a las hermanas religiosas y le advirtió a sus hijos: “Si ustedes ven, ellas ciertamente también verán.» La hermana Vitaline no pudo ver a la Virgen pero sabía que los niños eran honestos. Entonces le pidió a dos niñas pequeñas, Francoise Richer (11 años) y Jeanne-Marie Lebosse (9) que fueran con ella. Las niñas vieron a la Virgen y la describieron igual que los niños. 
La Hermana Marie Edouard fue a buscar al Padre Guerin y a otro niño, Eugenio Friteau (6 años y medio). Eugenio también vio a la Virgen. Para entonces había unas 50 personas reunidas. Agustín Boitin, un niño de sólo 25 meses quiso alcanzar la Virgen y dijo: «¡El Jesús! ¡El Jesús!». Sólo estos seis niños podían ver a la Virgen. Los adultos no podían ver a la Virgen pero sí las tres estrellas que aparecieron junto a la Virgen.

Descripción de la aparición

-Un halo se apareció alrededor de la Virgen.

-Cuatro velas aparecieron, dos a la altura del hombro y dos a la altura de la rodilla.

-Una pequeña cruz roja, del tamaño de un dedo apareció sobre el corazón de la Virgen.

La Virgen se puso triste porque la gente no creía a los niños y estaban discutiendo. Entonces el padre Guerin les pidió que se callaran y rezaran. Dijo: «Si solo los niños la ven es porque ellos son mas dignos que nosotros». La gente se arrodilló y rezaron el rosario. La expresión de la Virgen demostraba que ella estaba atenta a las oraciones. Gradualmente esto causó que la Virgen apareciera mas alta y bella.

Rezaron el rosario y el Magnificat. Gradualmente apareció bajo los pies de la Virgen un mensaje en letras doradas que los niños deletrearon en voz alta: «Pero, recen mis hijos».

La Hermana Marie Edouard dirigió el canto de las letanías. El mensaje continuó: «Dios pronto os concederá lo que piden». Llegó la noticia de que el ejército enemigo estaba muy cerca de Pontmain. El mensaje del cielo continuó: «Mi Hijo se deja conmover».

Cuando los niños anunciaron este mensaje, el Padre Guerin le pidió a todos que cantaran un himno de alabanza. La Hermana Marie Edouard dijo, «¡Madre de Esperanza, tan dulce nombre, protege nuestro país, ruega por nosotros!». Los niños exclamaban: «¡Que bella es!”.

Al final del himno, el mensaje desapareció. La gente entonces cantó un himno de arrepentimiento y reparación a Jesús. Entonces lo niños exclamaron: «¡Miren, se está poniendo triste otra vez!».

Frente a la Virgen apareció un crucifijo color de sangre. Encima de este, una inscripción en letras mayúsculas y rojas: «JESUCRISTO». La Virgen miraba a la Cruz y sus labios temblaban de emoción. José recordó ese momento toda su vida y escribió: «Unos meses mas tarde vi a mi propia madre sobrecogida de dolor por la muerte de mi padre». Uno sabe cuanto esa escena puede afectar el corazón de un niño. Sin embargo, recuerdo que pensé que la angustia de mi madre no era nada en comparación con la de la Virgen María.

Mientras rezaban llegó la noticia de que los prusos habían tomado la ciudad de Laval. La gente respondió, «Aun si estuviesen a la entrada, ya no debemos temer!», la gente cantó, «Ave, Maris Stella,» y el crucifijo desapareció. Ella de nuevo sonrió. Ella bajó sus manos y un velo blanco la fue cubriendo.

Alrededor de las 8:45 p.m., los niños dijeron: «ha terminado». Durante el tiempo de la aparición, el general pruso Von Schmidt, que estaba listo para arrasar con Pontmain, recibió órdenes de no tomar la ciudad. La invasión de la Bretaña nunca se efectuó ya que, 11 días después de la aparición, se firmó el armisticio entre Francia y Prusia.

La intercesión milagrosa de la Madre trajo la paz. Los 38 soldados de Pontmain regresaron sin un rasguño. Los dos niños, Eugenio, 12, y José, 10, se hicieron sacerdotes; una de las niñas Jean-Mary Lebossé se hizo monja, y la otra, Francisca, maestra. Los niños sufrieron agravios. Pero la Iglesia reconoció la aparición. En 1872, el obispo Wicart de la diócesis de Laval, publicó una carta pastoral otorgando aprobación canónica a la aparición. El Papa Pío XI concedió la misa y el oficio en honor a Nuestra Señora de la Esperanza de Pontmain. La Virgen fue coronada solemnemente por el Cardenal Verdier, Arzobispo de París el 24 julio de 1934. En la actualidad hay una Basílica de Nuestra Señora de la Esperanza en Pontmain. Esta aparición demuestra el poder de la oración hecha con humildad y sencillez de los niños.


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