Fundada en 1098, la abadía de la Orden del Císter se encuentra en Borgoña, Francia, bajo la advocación de Nuestra Señora de Citeaux.

Marcada por la extrema pobreza la comunidad se formó con la llegada de San Bernardo como Abad y otros compañeros monjes. 
Durante 30 años, crece su comunidad de cerca de 500 hermanos . A través de sus escritos de gran influencia, San Bernardo causará una verdadera escuela de espiritualidad. El siempre fué dócil a las inspiraciones Marianas. A finales del siglo XII, la Orden tenía más de 500 monasterios.
Hoy en día, es una comunidad de 35 hermanos dedicada a la oración y el trabajo. Viven en esta abadía bajo la Regla de San Benito (que era la forma de vida monástica desde los inicios) para aprender el arte de amar a Dios.

En el siglo XI , todo inicia con un gran deseo de renovación a través de la Iglesia, que da lugar a que muchas mujeres y hombres quieren llevar una vida sencilla y fieles al Evangelio. En la vida monástica, este ideal se manifiesta por el deseo de encontrar la exactitud de la regla en ese estilo de vida. En 1098, un grupo de monjes de la abadía de Molesme, Borgoña inspirado por este ideal y liderado por su abad Robert llega a un lugar apartado: el bosque de Citeaux .

Los comienzos son difíciles : la austera vida es ejemplar , y la presencia de María siempre fue un importante impulso. Después de los florecientes inicios vienen las pruebas de tiempo y lealtad. La vida monástica continúa con dificultades.

Después del Concilio de Trento, una profunda renovación espiritual se produce a través de la Iglesia. Algunos abades retoman prácticas que habían sido abandonadas como la abstinencia de carne, la insistencia en el silencio y el Oficio Divino.

En el siglo XVIII, los monjes padecen diversas hostilidades de influyentes pensadores que los toman por inútiles. Las consecuencias son graves para los monasterios cistercienses, lo que socava la unidad de la orden y lleva las semillas de futuras divisiones.
La Revolución Francesa interrumpió a los monjes en su vida comunitaria casi totalmente y después de la revolución, la orden cisterciense se derrumba: los monasterios están cerrados a medida que los ejércitos franceses avanzan en Europa. Muchos monjes se mantienen fieles a sus votos hasta la muerte. Un pequeño grupo de monjes y monjas huyen rumbo a Rusia.

Después de la agitación revolucionaria, contra todo pronóstico, el siglo XIX fue testigo de la floración y prosperidad de abadías fervientes: la unidad de la orden es más consistente.
En 1898, ocho siglos después de la fundación, los monjes de varios monasterios pertenecientes a la orden cisterciense deciden revivir el carisma que los caracterizó. Y con la importante presencia de María.
En 1998, se celebra el noveno centenario de la fundación del Císter marcado por un gran encuentro de los monjes y las monjas: la gran familia en un «cisterciense Pentecostés».


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