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4 enseñanzas del Papa Francisco sobre el Ángel de la Guarda

🔸1. El Ángel de la Guarda existe, no es una fantasía. “Echar a nuestro ángel del camino es peligroso, porque ningún hombre, ninguna mujer puede aconsejarse a sí mismo. Yo puedo aconsejar a otro, pero no puedo aconsejarme a mí mismo. Está el Espíritu Santo que me aconseja, está el ángel que me aconseja. Por eso tenemos necesidad. Esta no es una doctrina sobre los ángeles un poco fantasiosa: No, es realidad. Lo que Jesús, lo que Dios ha dicho: ‘Yo envío un ángel ante ti para custodiarte, para acompañarte en el camino, para que no te equivoques’”.

🔸2. Los ángeles luchan contra el demonio. Satanás presenta las cosas como si fueran buenas, pero su intención es la de destruir al hombre; y los ángeles luchan contra el demonio y nos defienden. “Defienden al hombre y defienden al Hombre-Dios, al hombre superior, Jesucristo que es la perfección de la humanidad, el más perfecto. Por esto la Iglesia honra a los ángeles, porque son los que estarán en la gloria de Dios –están en la gloria de Dios– porque defienden el gran misterio escondido de Dios, es decir que el Verbo ha venido en la carne”.

🔸3. Para escuchar a nuestro ángel debemos ser dóciles. "Cada uno de nosotros tiene" un Ángel de la Guarda que “nos acompaña”, porque “el Señor se lo ha dado a todos”.
Pero para escucharlo uno debe ser dócil: “el cristiano debe ser dócil al Espíritu Santo. La docilidad del Espíritu Santo comienza con esta docilidad a los consejos de este compañero de camino”, añadió después.
Para ser dóciles, aconsejó el Papa, hay que hacerse pequeño, como niños. “Pidamos hoy al Señor la gracia de esta docilidad, de escuchar la voz de este compañero, de este embajador de Dios que está junto a nosotros en Su nombre, que nos sostiene con su ayuda”.

🔸4. Se debe respetar al Ángel de la Guarda. El Ángel de la Guarda “está siempre con nosotros” y que “el Señor nos dice: ‘¡Ten respeto por su presencia! Escuchar su voz, porque él nos aconseja”.
También dijo que nuestro ángel es “un amigo que no vemos, pero que escuchamos”. Un amigo que un día “estará con nosotros en el Cielo, en la alegría eterna”.
“Y cuando nosotros, por ejemplo, hagamos una maldad y pensemos que estamos solos: ‘no, él está’. Cuando sentimos la inspiración: ‘haz esto… esto es mejor… esto no se debe hacer…’ ¡Escucha! ¡No te rebeles a él!”.

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