La Santa Angela de Foligno es una gran mística medieval del siglo XIII. Son fascinantes las experiencias de unión con Dios que ella alcanzó, pero todo comenzó con su conversión, por un camino desde el “gran temor del infierno”, hasta su unión total con La Trinidad.

Nacida en 1248 huérfana de padre fue educada por su madre de forma superficial. Introducida pronto en ambientes mundanos, se casó a los veinte años y tuvo hijos. De vida despreocupada, hasta se burlaba de aquellos que para seguir a Cristo vendían sus bienes y vivían en la oración, ayuno, servicio a la Iglesia y caridad. Más algunos acontecimientos, como un terremoto, un huracán, y la guerra contra Perusa, incidieron en la vida de Angela; fue tomando conciencia de sus pecados, hasta llegar a invocar a san Francisco, a quien en una visión, le pide consejo para una buena Confesión. Luego a la muerte de su madre siguieron la de su marido y la de todos sus hijos. Entonces vendió sus bienes y entró a la orden terciaria de san Francisco. Murió en Foligno el 4 de enero de 1309.

El “Libro de la vida” de la Santa Angela de Foligno narra esta conversión y sus experiencias místicas especialmente visiones en torno a la Pasión de Cristo desde 1285. Angela intentó contarlas a través de su fraile confesor, el cual las transcribió fielmente, explicando que la experiencia de unión para la santa implicaban sus sentidos espirituales y corporales, pero de lo que ella “comprende” durante sus éxtasis queda solo una “sombra” en su mente. “Escuché estas palabras, pero lo que vi y comprendí, que Dios me mostró, de ninguna forma puedo explicarlo”.

Sus vivencias místicas eran iluminaciones divinas que se comunicaban a su alma de forma imprevista. Al mismo fraile confesor le cuesta recoger estos relatos y también comprenderla. Una situación que indica con claridad cómo Jesús, vive en el corazón de todo creyente. Como san Pablo: “Ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo que vive en mi».
Al principio el “temor” del infierno por sus pecados responde a una fe aún pobre del amor de Dios. Arrepentimiento, miedo del infierno y penitencia abren a Angela la perspectiva de la dolorosa «vía de la cruz» que la llevará después a la “vía del amor”. En revelación divina, “Quien quiera conservar la gracia no debe quitar los ojos del alma de la Cruz, tanto en la alegría como en la tristeza que le concedo o permito”.
«Oh Dios mío – reza – hazme digna de conocer el altísimo misterio, que tu ardentísimo amor realizó, el altísimo misterio de tu santísima encarnación por nosotros…no hay amor más grande».

Angela comprende quien la salvará de su “indignidad” es Jesús crucificado, “su crucifixión por mí”, acto supremo de amor. La conversión de Angela, llegará a la madurez cuando el perdón de Dios aparezca a su alma como el don gratuito de amor del Padre, fuente de amor, «Cualquiera puede amar a Dios ya que El no pide otra cosa al alma sino que le ame, porque El la ama”.

De la conversión a la unión mística con Cristo crucificado. Un camino altísimo, cuyo secreto es la oración.

Sólo con Dios la vida llega a ser verdadera. Y así nos habla a nosotros hoy Santa Angela. Hoy estamos en peligro de vivir como si Dios no existiera. Pero Dios tiene mil maneras de hacerse presente en el alma, de mostrar que me conoce y ama. Y Santa Angela quiere hacernos atentos a estos signos con los cuales el Señor nos toca el alma, atentos a la presencia de Dios, para aprender el camino con Dios y hacia Dios, en la comunión con Cristo Crucificado.

En su libro la Santa describe los pasos que el alma realiza hacia el camino de la penitencia. En algunos pasos habla de su acercamiento con la Virgen María. En una ocasión les pidió a San Juan y a la Virgen que le dejaran sentir su dolor durante la pasión y como ellos se lo concedieron; y la gracia que le dio la Virgen de tener “una fe muy distinta a la que tenía”.


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