Ocurrió los días 7 y 8 de diciembre de 1585, durante la Guerra de los Ochenta Años, 300 años antes de que se declarara el Dogma de la Inmaculada Concepción. El ejército español en Flandes derrota a una flota de los Países Bajos, batalla que sin duda se consiguió gracias a la intercesión de la Inmaculada Concepción.

Cinco mil hombres del ejército español están en situación desesperada, no tienen víveres y sus ropas están mojadas. El almirante de los Países Bajos propone una rendición honrosa. Los españoles responden: “Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos”.

El almirante de los Países Bajos abre los diques de los ríos para inundar a los españoles. Los 5.000 hombres se refugian en un pequeño montículo: el monte de Empel. Comienzan a cavar para construir un dique, trincheras donde refugiarse. De repente un soldado tropieza con un trozo de madera: “¡Es la imagen de la Inmaculada Concepción!”, grita.

No daban crédito a lo que sucedía. Rápidamente se improvisa un altar. Colocan la imagen y se encomiendan a la Virgen Inmaculada. No hay nada más que hacer.

Y el milagro ocurrió. Se levantó un fuerte viento inusualmente frío para la zona. Se helaron las aguas del río Mosa y los españoles marcharon sobre el hielo atacando por sorpresa a sus enemigos. La noche del 7 al 8 de diciembre, 5.000 soldados derrotaban a toda una tropa de diez navíos de los Países Bajos. Tal fue la victoria que las crónicas afirman que el almirante de los Países Bajos llegó a decir: “Tal parece que Dios es español al obrar tan grande milagro”.

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