DEVOCIÓN A LA PASIÓN DE JESÚS Y A SU SAGRADO CORAZÓN

Santo Tomás de Aquino decía: “La Pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida”.

Pero muchas veces estamos tan inmersos en nuestras actividades cotidianas que tal recuerdo nos podría pasar desapercibido.

Nos hará mucho bien contemplar, los viernes, la Pasión de Jesús: en nuestra oración personal, al leer los Santos Evangelios, en los misterios dolorosos del Santo Rosario…

Y sin duda, el mejor momento para ello será participando en el Santo Sacrificio de la Misa.

Si es compatible con nuestros deberes profesionales y familiares, podríamos rezar los viernes el VíaCrucis, práctica que nuestra Madre la Iglesia ha enriquecido con generosas indulgencias.

Así lo expresa san Josemaría: “El Vía Crucis. ¡He aquí en verdad una devoción fuerte y fructífera! Que se acostumbre a repasar esos catorce puntos de la Pasión y Muerte de nuestro Señor cada viernes. Te aseguro que ganarás fuerza para toda la semana”.

A ello, añadió el Beato Álvaro del Portillo, “El Vía Crucis no es una devoción triste. Mons. Escrivá enseñó muchas veces que la alegría cristiana tiene sus raíces en forma de cruz. Si la Pasión de Cristo es un camino de dolor, también es un camino de esperanza que conduce a una victoria segura”.

En una gran parte de la cristiandad, hasta el siglo IX existía la costumbre de añadir, a las tres de la tarde de este día, el rezo de cinco Padrenuestros y cinco Avemarías, en honor de las cinco llagas de Jesús.

Ciertamente, la reflexión de los sufrimientos de Cristo debería producir en nosotros el dolor de los pecados, de los propios y de los del mundo.

Pero hay también lugar para el gozo, gozo de conocer que somos tan amados y que ha triunfado el amor, por tanto, nuestra devoción no debe permanecerse solo en el nivel del estremecimiento, sino que además, sea un dulce momento para ayudar a Cristo a cargar la Cruz.

En efecto, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, debe hacerse aceptando la invitación de Cristo a tomar nuestra cruz y seguirle.

Contemplar el Corazón de Jesús, en en el día en que recordamos su entrega, es contemplar Su pasión, aquella que aconteció, por decirlo así, en Su corazón.

Seguro a Jesús Le dolieron tanto los latigazos como el beso de Judas, y Le desgarró tanto la corona de espinas como la negación de Pedro, ¿alguien podría poner en duda que la pasión de Jesús se vivió fuertemente en Su corazón?

Sus últimos latidos soportarán aún el dolor más grande: la ausencia de Dios: Padre ¿por qué me has abandonado?, para antes de detenerse enseñarnos a confiar: “en Tus manos encomiendo Mi espíritu”, Me abandono, Te creo Padre, recibíme.

El corazón de Jesús se detuvo, y con Él, el universo entero queda como suspendido. La lanza Lo atraviesa, para que siga derramando sobre nosotros Su gracia y Su perdón.

Jesús duerme, hasta que, de madrugada, el primer día de la semana, ese Corazón Amante, volverá a latir y permanecerá ya con nosotros para siempre.

Por eso, al evocar la Pasión de Jesús no nos quedemos solo con sus sufrimientos físicos, sino recordemos los latidos de este corazón, del corazón de Jesús que hasta el último aliento se entregó por Amor a Dios y a nosotros.

Contemplar la Pasión del Señor es contemplar Su Corazón: “Hasta el último latido por Dios y los hombres…”

Es así entonces, que la devoción al Sagrado Corazón es devoción a Cristo mismo, y hacia El se dirige nuestra oración: “Venid, adoremos al corazón de Jesús, herido por nuestro amor”.

Esta devoción surge en Francia, en Paray Le Monial, tras una serie de visiones que tiene Santa Margarita María Alacoque, en las que Cristo le pidió que trabajase para la institución de una fiesta en honor del Sagrado Corazón. Estas apariciones tuvieron lugar entre los años 1673 y 1675.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús responde perfectamente a las necesidades de nuestra época; es un remedio eficaz contra las pasiones humanas que degradan al hombre. Contra el egoísmo, la concupiscencia y la ambición, opone las virtudes contrarias.

Al contemplar el Corazón de Jesús descubrimos:

• El Corazón de Dios hecho hombre para entrar en relación directa con la humanidad.
• El Corazón traspasado de donde nace la Iglesia, revestida de fuerza divina, con un poderío sobrenatural, que tiene en sí la vida de las almas y de las sociedades. Papa Pío IX: “Como todos sabemos, el divino Corazón de Nuestro Señor es el remedio destinado a salvar al mundo”.
• Un Dios que revela, se manifiesta en la vida de su pueblo.
• Un reinado de amor.

Hagamos nuestra la devoción, siempre tan fecunda, al Sagrado Corazón de Jesús.

Perseveremos en la oración invidual y con nuestras familias. Pidamos a Jesús que una nuestros corazones con el suyo.

DEVOCIONES A LA PASIÓN
DE NUESTRO SEÑOR

  • El Via Crucis.
  • Misterios Dolorosos.
  • Meditar en oración los relatos de la Pasión en los cuatro Evangelios.
  • Adoración a la Cruz.
  • Meditación: las últimas siete palabras.
  • Santa Misa.
  • Devoción a los 7 dolores de Jesús.
  • Oración al silencio de Cristo en la Cruz.

DEVOCIONES AL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

  • Devoción de los nueve primeros viernes de mes al Sagrado Corazón .
  • Letanías al Sagrado Corazón de Jesús.
  • Novena al Sagrado Corazón de Jesús (Padre Pío).
  • El Detente del Sagrado Corazón de Jesús.
  • Entronización al Sagrado Corazón de Jesús.
  • Guardia de Honor.

Fatimazo por la Paz.


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