El pueblo de Israel tuvo vocación de migrante. Bajó a Egipto y luego anduvo errante por el desierto. El Niño Jesús nació fuera de su pueblo, y luego sus Padres tuvieron que migrar con él a Egipto.

Jesús se identifica con los migrantes cuando dice: “Fui migrante y me hospedaron” (Mt. 25, 35.43).

Siempre ha habido migraciones, pero en los últimos 25 años se han desbordado las migraciones forzadas de la gente que huye de la miseria o de las amenazas contra su vida.

Hoy son abundantes las migraciones de venezolanos, de haitianos, sobre todo hacia Sudamérica, y la ruta por México hacia Estados Unidos sigue siendo frecuentada por centroamericanos, sobre todo por hondureños, y ahora también por cubanos y africanos.

Todos somos migrantes y en la Salve nos dirigimos a María como “Los desterrados hijos de Eva”.

María, en su advocación de Guadalupe, es ayuda de nuestros hermanos migrantes.

 

+ Mons. Gustavo Rodríguez Vega

Arzobispo de Yucatán

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2 Comments

Leidy Rosado · 23 de junio de 2020 at 7:54 PM

Migrantes y hermanos. Por qué todos somos hijos de Dios. Darle la mano al hermano y pedir a María su ayuda para que todos juntos como hermanos encontremos morada en la casa de Dios Padre. Gracias por la reflexión.

Ivette Laviada · 23 de junio de 2020 at 8:12 AM

Gracias Mons. Gustavo por enseñarnos en esta invocación el valor de ser migrantes, el mismo Jesús como bien dice lo fue. Esto me lleva a pensar que en la Tierra seremos eternos migrantes porque nuestro hogar es el Cielo. Que María, ayuda de los migrantes nos ayude a llegar a nuestra casa final🙏🏼

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