MARIA, CAUSA DE NUESTRA ALEGRIA
Por: Ivette Laviada
¿Alguna vez hemos reflexionado en aquello que es causa de nuestra alegría?
La alegría es uno de los efectos o frutos de la felicidad, es una emoción que a menudo invade nuestro interior transformando nuestra apariencia, lenguaje, decisiones y actos y que puede ser percibida en toda persona.
Se tienen diversas fuentes de alegría y estas van desde las más simples hasta las más complejas, las que calan profundo en el alma o aquellas que son efímeras; tenemos también a las personas que procuran estar alegres de muy diversas formas, por lo tanto hay cosas y personas que causan este sentimiento.
Cuando hablamos de cosas, tenemos por un lado a quienes se alegran con la justa apreciación de los bienes terrenales conquistados a partir del trabajo y el esfuerzo.
Hay personas que se deleitan y alegran solamente con los bienes materiales, con los honores, con las riquezas, las comodidades o un mundo de frivolidades que van marcando un camino insaciable en medio de la acumulación; quienes en estas acciones van radicando su alegría, encontrarán que muchas veces es momentánea e incluso frívola pues tarde o temprano se darán cuenta que se necesita mucho más.
En otros casos -que podemos encontrar penosos- vemos que hay quienes encuentran alegría en la práctica del pecado, cuando para un auténtico cristiano esta sería razón suficiente para entristecerse;dicha alegría no sólo resulta como en el caso anterior efímera o momentánea sino incluso sería falsa.
La frivolidad de estas dos formas de alegría radica en que satisface a los sentidos, pero el alma queda vacía; y cuando de pecado se trata de más está decir la forma en que el alma no sólo se vacía sino se mata.
Cuando somos conscientes de esto, las personas debemos fundar nuestras fuentes de felicidad en la persona que puede garantizar que a pesar de todo y en medio de las adversidades la alegría se puede experimentar.
¿Quién es capaz de llenar el alma de felicidad? Dios en primer lugar.
Y Dios ama al que da con alegría (2ª. Corintios 9, 7)
Por ello Jesús fue y es causa fundamental y primera de nuestra alegría, María es causa secundaria y el instrumento para experimentarla ya que gracias a su sí en la Encarnación del Verbo, Jesús se hizo presente.
Esta es la verdadera alegría y la podemos llamar alegría Cristiana que es muy distinta de la otra porque incluso para muchos es un misterio que a pesar de las sombras de lo que acontece en nuestras vidas, de las lágrimas que derramamos en medio de las tribulaciones, sí es posible experimentar una alegría verdadera, tranquila, veraz y duradera.
María es causa de nuestra alegría, porque nos dio a Jesús. Con Él y a través de Ella es posible nuestra amistad con Dios, gozar de la tranquilidad de conciencia, apreciar la paciencia en las adversidades, advertir la esperanza en los bienes eternos como fuentes inagotables de indecible y sólida alegría.
María es causa de nuestra alegría porque Jesús habita en las profundidades de su alma y porque se identifica con el amor de Jesucristo.
María es causa de nuestra alegría porque de su mano no hay fuerza humana o de acontecimientos que pueda arrebatarnos este sentimiento y cuando no se puede estar siempre alegre, sí se puede estar siempre en paz y ello es una alegría implícita para el alma.
Equipo Fatimazo por la Paz
No. 25 de la Serie Letanías Lauretanas
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