Nuestra Señora siempre tuvo el lugar más alto en el corazón del Padre Pío, pues ella fue su gran devoción.

El amor del Padre Pío por la Virgen María era como el amor cálido de un hijo a su madre ya que no podía vivir sin ella.

En agosto de 1959, la estatua del peregrino de Nuestra Señora de Fátima llegó a San Giovanni Rotondo. En ese entonces el Padre Pío estaba gravemente enfermo.

Ese 6 de agosto por la mañana, el Padre Pío logró bajar a la iglesia. Se las arregló para acercarse a la imagen de Nuestra Señora y le dio un rosario de oro. La imagen fue bajada ante su rostro y fue capaz de besarla.

Esa misma tarde. Entre las dos y las tres, la imagen de Nuestra Señora de Fátima estaba de nuevo en el helicóptero lista para viajar a la siguiente parada.

De una ventana Padre Pio miró el helicóptero volar con los ojos llenos de lágrimas. Con la imagen de Nuestra Señora en vuelo el Padre Pío se lamentó con una confianza que era suya: «Mi Señora, mi Madre, has venido a Italia y me he enfermado, ahora te vas y me dejas enfermo».

En ese momento el Padre sintió una fuerza misteriosa en su cuerpo y dijo a sus hermanos: “Estoy curado”.

El padre Pío diría por el resto de su vida: «En ese instante sentí una especie de estremecimiento en mis huesos que me curó inmediatamente».

Tres días después de la visita de la imagen de Nuestra Señora, el Padre Pío estaba de vuelta celebrando la misa.

Oración de confianza a Nuestra Señora de Fátima

Bendita Nuestra Señora de Fátima, en renovada gratitud a tu presencia como madre, unimos nuestras voces con las de aquellos que te llaman bendita.

Celebramos en ti las grandiosas obras de Dios, quien nunca se cansa de alcanzar al hombre con misericordia para sanarlo y salvarlo.

Oh María, Virgen Inmaculada, a ti encomendamos nuestros corazones, nuestras familias y a nuestro pueblo peregrino en la fe. Te consagramos nuestras vidas, Madre de Misericordia Divina, y pedimos tu ayuda de madre para alcanzar la transfiguración en Cristo. Santísima Virgen de Fátima, con tu cariño de madre recibe el acto de confianza que te hacemos.

Estamos seguros que cada uno de nosotros es preciado ante tus ojos y nada de lo que llevemos en nuestros corazones es insignificante para ti.

Permitamos que tu más dulce mirada nos cuide, y que recibamos el toque consolador de tu sonrisa. Madre de la Iglesia, ilumina al Pueblo de Dios en los caminos de fe, esperanza y caridad.

Ayúdanos a vencer la amenaza de la maldad, la cual muy fácilmente echa raíces en el corazón del hombre. Oh Santa Madre llena de gracia, enséñanos tu amor por el pobre, los que están en sufrimiento, los pecadores y todos aquellos cuyos corazones van por mal camino. Reúnelos a todos bajo tu protección y encomiéndalos a tu amado Hijo, nuestro Señor Jesús.

Recibe, Oh Madre de Cristo, este clamor que lleva el sufrimiento de toda la humanidad. Que el poder infinito del amor misericordioso de Dios sea revelado una vez más en la historia de la humanidad. Que en tu Corazón Inmaculado la luz de la esperanza se nos sea revelada a todos. Amén

¡Gracias por difundir este mensaje!

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