San José, ejemplo de Santa Gema Galgani.

La obediencia que observó Santa Gema a lo largo de su vida fue admirable.

Está totalmente relacionada a la obediencia de San José y es una clara enseñanza para ti y para mi entender que la obediencia es una gracia de Dios que nos conduce a la Santidad. Obedecer es fruto de escuchar a Dios y confiar en Él, se requiere de mucho valor y fe. Es unir la voluntad propia a la del Padre.

La historia de Santa Gema está rodeada de muchos eventos magníficos relacionados a la Obendiencia.

El padre Germán relata que, en una ocasión, estando junto al lecho de Santa Gema con otros miembros de la familia, le dijo:

-Recibe mi bendición y duerme que nosotros vamos a retirarnos.

No bien lo dije, cuando Gema, volviéndose del lado opuesto, se durmió profundamente. Entonces, me arrodillé, levanté los ojos al cielo y mentalmente le ordené que despertase. ¡Cosa admirable!

Cual si la hubiese llamado a voces, despertó con su acostumbrada sonrisa. Entonces, yo le dije:

-“¿Así se obedece? ¿No te dije que durmieses?”.

Pero ella humildemente contestó:

-“No se disguste, padre, pero sentí que me golpeaban la espalda y una voz que me gritaba: Arriba, que el padre te llama”. Era su ángel custodio que velaba a su lado.

Un día Santa Gema desobedeció a su confesor. Ella lo cuenta así:

“Había recibido de Monseñor prohibición absoluta de salir sola de casa. Ese día nadie podía observarme; y salí para ir a las Cuarenta Horas; al salir, vi a un hombre que comenzó a seguirme. Eché a andar sin saber adónde iba. Después de no sé qué tiempo me hallé en la iglesia de san Miguel. Aquel hombre había entrado también en la iglesia, pero luego desapareció. Fui a confesarme, entré y estaba Monseñor. Lo primero de que me acusé fue de haber escapado de casa, pero él no me riñó como de ordinario; sino, al contrario, me dijo que había hecho bien. Seguí confesándome y aprobaba todo lo que le decía. Salí y, de nuevo, aquel hombre comenzó a seguirme hasta la iglesia de la Santísima Trinidad. Fui corriendo a las monjas y les rogué que me acompañaran a casa, pues tenía miedo. Pero no quisieron llevarme. Estaba muy sobresaltada, inquieta y agitada. Tanto hicieron las monjas que lograron hacerme perder la cabeza (entrar en éxtasis).Se me presentó un crucifijo y, sin pensar en hacer la señal de la cruz como de costumbre, comencé a hablar y no sé qué tiempo estuve. Fue todo un día del diablo. Monseñor (que le confesó) era el diablo.

San Juan Pablo II en su encíclica “Redemptoris Custos”, dedicada a San José resaltó la naturaleza obediente única de José.

Él dice
“A través de su total abnegación, José expresó su generoso amor por la Madre de Dios y le dio el “regalo de sí mismo” como esposo. A pesar que decidió dar un paso atrás para no interferir en el plan de Dios, que se realizaba en María, José obedeció el mandato explícito del ángel y llevó a María consigo a su casa, respetando el hecho de que ella le pertenecía exclusivamente a Dios”.

La Semana del Cristiano.
Fatimazo por la Paz.


1 Comment

Rebeca ML · 23 de abril de 2024 at 10:04 PM

¡Santa Gema ruega por nosotros !

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