Cuarto domingo de adviento
María - La Esperanza

« Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido
la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.»

La Santísima Virgen María es la figura más importante en la vivencia del Adviento. Quien mejor que ella, que llevó en su seno al Hijo de Dios, nos puede enseñar a vivir el Adviento como debe ser.

Su camino estuvo marcado por la sencillez, el silencio y el servicio. Adviento es un tiempo para eso, para la sencillez de poder vivir la espera con sencillez y alegría por El que viene.

No es lo material, no es lo que compremos lo que le da sentido a la época, sino el gozo de saber que Cristo viene, y que Su luz quitará las tinieblas del pecado.

Es un tiempo para el SILENCIO, porque en el silencio, lejos del ruido podremos escuchar la voz del Señor y saber qué debemos cambiar para recibirlo con la mejor disposición.

Es un tiempo de SERVICIO para tender la mano a tanta gente necesitada, tanta gente que espera ver el rostro misericordioso de Dios a través de nuestra ayuda generosa.

María en su corazón acogió la Palabra del Señor y por eso lo concibió primero ahí que en su seno. María llevaba en su vientre a Jesús y así fue llevada a casa de San José, por ello podemos ver en esa actitud de la Virgen, el llamado de que todos llevemos a Jesús en nuestro corazón: dondequiera que vayamos, llevemos el rostro de Jesús, el del niño que nace en el Belén de nuestro corazón, en donde Éll nace para salvarnos.

Fatimazo por la Paz.

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