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Día 11
El corazón de Jesús

Ya falta muy poco para el gran día! Quedan sólo dos días, los cuales son muy importantes. ¿Te acuerdas que la consagración a la Virgen es el camino más fácil para llegar a Jesús? Cuanto más conozcamos y amemos a la Virgen, más y mejor conoceremos y amaremos a Jesús. La Virgen nos lleva muy rápido a Él. Ella es un atajo.

¿Y quién es Jesús? Tú ya lo sabes muy bien: Jesús es el hijo de Dios y el hijo de María. Jesús es hombre y Dios al mismo tiempo. Como hombre tenía hambre y sed, se cansaba y dormía, y también lloraba. Pero como Dios, caminaba sobre las aguas, calmaba las tormentas y hacía ver a los ciegos.

Jesús es Dios y hombre, y descubrimos esta gran verdad cuando miramos su Corazón. Su Corazón es como el nuestro, ¡pero también es el Corazón de Dios! Por eso su Corazón es muy especial, porque es el de un hombre, como nosotros, pero que ama con el amor de Dios. Ahora te contaré una historia que nos revela los sentimientos del Corazón de Jesús.

Había una vez, una monjita muy buena y rezadora. Su nombre era Margarita María. Un día cuando estaba rezando en la capilla, se le apareció Jesús llevando en la mano su Corazón traspasado, con una corona de espinas y fuego, y le dijo a Margarita: “Este es el corazón que ama mucho a los hombres, pero que sólo recibe a cambio ofensas e ingratitudes”. Ella lo entendió muy bien. Jesús le mostró con su Corazón que estaba muy triste porque muchas personas se olvidan de Él, cometen pecados y le ofenden. Por eso, desde ese mismo día, Margarita decidió amar mucho a Jesús, para poder así consolarle.

Todos nosotros tenemos que consolar a Jesús, tal como lo hizo la Virgen. ¿Y cómo lo consolamos? Es muy fácil. Sólo tienes que amar por los que no aman, rezar por los que no rezan, hacer sacrificios por los que no hacen sacrificios y portarte bien por los que no se portan bien. De este modo, uniendo tus pequeñas espinas a las del Corazón de Jesús, aliviarás sus dolores.

Como propósito de este día, harás algún sacrificio para consolar a Jesús. Ayuda en casa, comparte tus cosas o deja de hacer algo que te gusta y ofrece una oración por los pobres pecadores que no aman a Jesús y a María.

Ahora rezamos la oración:

Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

San Luis María, ruega por nosotros.

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