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Día 12
La Eucaristía

Hoy es el último día de la preparación. Mañana será la Consagración, que es un día muy, pero muy especial. Hoy, entonces, contaremos la última historia.

En cada Santa Misa, cuando el sacerdote levanta la hostia y el cáliz, y todos estamos de rodillas y suena la campana,

Jesús se hace presente, todo entero, real y verdaderamente. Pero, sucedió una vez, que en un pueblito en Italia, llamado Lanciano, había un sacerdote que dudaba de esto y celebraba la Misa sin ganas. Un día cuando levantó la hostia, de repente vio que ya no era más blanca, sino que se había vuelto roja, y el vino se volvió del color de la sangre.

El pan y el vino se habían convertido, como siempre, en el cuerpo y sangre de Jesús, pero esta vez el milagro se había realizado de un modo visible, para que el sacerdote creyera.

El sacerdote se asustó y no sabía qué hacer. Luego se puso a llorar de la emoción y agradeció a Dios por ese milagro, por el cual había recuperado la fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Lloraba porque había dudado de que en cada Misa el pan se transforma en el cuerpo de Jesús y el vino en su sangre.

¿Por qué Jesús está en la Eucaristía? Jesús está allí para mostrarnos cuánto nos ama. Nos quiere tanto que quiso ser nuestra comida. Quiere que lo comamos, porque Él quiere estar muy unido a nosotros. Nadie nos quiere tanto como Jesús. Él murió por nosotros y luego subió a los Cielos, pero como no quería dejarnos solos, se quedó en la Eucaristía.

Y tú, ¿qué harás por Él? Cuando recibes a Jesús en la Comunión piensa que recibes al mismo que nació en Belén, trabajó en Nazaret, enseñó, curó a los enfermos, hizo milagros por campos y ciudades y murió en la cruz para salvarnos, y resucitó y subió a los Cielos. Ese mismo adorable y gran Señor viene a nuestras almas, entra en nosotros para darnos su gracia, para salvarnos y hacernos santos. Debemos recibirlo llenos de alegría y, en ese momento, estar muy atentos para pensar sólo en Él y hablarle como los mejores amigos.

Ahora que terminas la preparación, y mañana harás tu consagración, tienes que decidirte a ser muy bueno, a ser un gran santo y un excelente hijo de María.

¿Estás listo para tu consagración?

El propósito para este último día será hacer una visita a Jesús, en algún Sagrario que tengas cerca de tu casa. Además escribirás una carta a Jesús, agradeciéndole que se haya hecho comida para ti. Con mucha confianza y amor cuéntale tus cosas, pídele todo lo que quieras, pero por sobre todo pídele que te haga santo y te de la gracia de recibirlo siempre en la santa Comunión con mucho amor.

Como siempre, no te olvides en este último día de decir nuestra frase preferida: soy todo tuyo María.

Ahora rezamos la oración:

Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén.

San Luis María, ruega por nosotros.

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