Llegó el día de Mi Consagración.
Tuyo y para siempre.
Felicitaciones! ¡Llegó el día! ¡Hoy harás tu consagración! ¡Desde hoy serás todo de María y estarás listo para hacer todo en, para, por y con María!
Hoy tienes que confiar mucho en María y poner toda tu esperanza en ella, que es tu buena madre y nunca te abandona. Desde hoy serás su esclavo, un excelente hijo de María. Ella cumplirá con su parte. Te protegerá, te guiará y rezará por ti ante Jesús. Tú tienes que cumplir también con la tuya, siendo un hijo bueno y obediente, que hace sacrificios y tiene un gran deseo de amarla con todo el corazón.
Siempre recuerda lo que nos enseñó san Luis María: “a quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”.
Hoy irás a Misa y prestarás mucha atención. Si ya hiciste la Primera Comunión, pide al padre confesarte y luego recibe a Jesús en la Eucaristía. Cuando Él esté dentro tuyo, pídele mucho que te cuide y te ayude a ser un buen hijo de la Virgen, tal como lo fue Él.
Luego de la Misa, irás bien cerquita a una imagen de la Virgen y le dirás esta oración o alguna otra similar, con la cual te consagrarás para siempre a ella. Escríbela tú mismo, y pon la fecha de este día tan importante. Luego fírmala con tu nombre.
O h Señora y Madre mía! Cuando tu hijo Jesús murió en la cruz por todos nosotros, te pidió que seas mi madre, que me cuides y me ayudes a ser un gran santo; y allí mismo, me encargó que yo sea un buen hijo para contigo, obediente y sacrificado.
Por eso ahora, después de estos días de preparación, me consagro a ti para siempre, como tu esclavo y buen hijo, para en todo obedecerte y amarte. Renuncio al pecado y a lo malo que hay en mí, y prometo hacer todo en ti, por ti, para ti y contigo.
Todo lo mío es tuyo: mis ojos, mis oídos, mi lengua y todo mi corazón; en una palabra, todo mi ser.
Me entrego completamente a ti y sólo quiero hacer lo que tú quieras que yo haga.
Desde hoy, yo soy todo tuyo, María. Soy tu hijo y esclavo. Amén.
Una vez hecha la oración, puedes llevarle flores a la Virgen o ponerle una velita como regalo, ya que ella te aceptó como hijo y esclavo. Usa una medalla de la Virgen en el cuello y promete rezar todas las noches tres avemarías.
Hoy es un día muy especial. Tienes que festejar y recordarlo toda tu vida. Todos los años harás esta misma preparación y volverás a consagrarte a la Virgen, para que así nunca te olvides que eres todo de María.
¡VIVA LA VIRGEN!