En su tercera aparición, el Ángel trae a los pastorcitos la Sagrada Eucaristía, les enseña a hacer la Comunión Reparadora y repite con ellos un lindísimo acto de desagravio, profundamente teológico.

Es el mismo Ángel quien, se postra en tierra para adorar la Presencia Verdadera, el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo:

«Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los sagrarios de la Tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que El mismo es ofendido.
Y por los méritos infinitos del Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, te pido la conversión de los pobres pecadores.»

Después de repetirla 3 veces, tomó de nuevo en la mano el Cáliz y la Hostia. Le dió la Hostia a Lucia y el contenido del Cáliz lo dio a beber a Jacinta y Francisco, diciendo al mismo tiempo: “Tomad el Cuerpo y bebed la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios.”

De nuevo se postró en tierra y repitió con los niños hasta por tres veces la misma oración: Santísima Trinidad….y desapareció.

Hay que aclarar que Lucia ya había recibido la primera comunión, pero Francisco y Jacinta aún no. ¿Y por qué el ángel no le dio de comer la hostia a Francisco y Jacinta y en cambio les dio de beber el cáliz? La explicación parece ser que el cáliz es la imagen bíblica del sufrimiento. Jesús les preguntó los apóstoles Juan y Santiago si están dispuestos a beber el mismo cáliz que Él. Entonces aquí, señala el destino que en pronto tendrían Jacinta y Francisco, que morirían a una edad muy temprana en medio de sufrimientos que entregaron al Señor.

Esta oración que el Ángel les enseñó, fue como una preparación para la comunión y acción de gracias.

Ese signo de adoración, el postrarse, es relevante hoy más que en ese entonces, ya que hoy en día, debido a que se ha generalizado la administración de la Santa Comunión en la mano, hay más oportunidad de profanaciones y sacrilegios. Cuan a menudo hemos escuchado incluso a la Jerarquía Eclesiástica lamentarse que «hemos perdido el sentido de lo sagrado»! Esa es una de las más asombrosas afirmaciones que puede pronunciar un hombre de Iglesia… Sin embargo, podría ser que no lo hayamos perdido del todo, ya que el sentido de lo sacro lo podemos encontrar dondequiera se salvaguarde la reverencia por el Santísimo Sacramento, y sea una práctica de suprema importancia.

Estas son las profundas enseñanzas del Ángel de Portugal: reverencia, adoración y reparación a Jesús presente en la Hostia consagrada. Nos enseña a adorar y reparar por encima de todo, ahí donde el amor no es amado: donde no es apreciado, donde es humillado, pisoteado y ofendido.

Con esta oración, nos enseña el Ángel Guardián de Portugal a respetar, adorar y amar profundamente a Jesús Eucarístico en cada Hostia, en las profanadas, en cada corazón que está en pecado y sin amor por Él, a reparar por quienes comulgan con un corazón frío, en quienes lo reciben sin siquiera pensar en Él.

Fue de esta forma en la que Lucia, Jacinta y Francisco, catequizados en oración, sufrimiento por reparación, y en al doctrina de la Santa Eucaristía, fortalecidos por el Pan de Angeles, que los niños de Fátima fueron preparados para la visita de Nuestra Señora, la Inmaculada Virgen María.

La nueva oración «Santísima Trinidad…» nos sirve muy bien como preparación para la recepción de la santa comunión y también para después como acción de gracias.

Rezando esta oración, tendríamos mayor provecho espiritual de nuestras santas comuniones, y si rezásemos más por los otros, éstos recibirían a su vez de nuevo, gracias más ricas, para poder responder a los sacramentos de Cristo con magnanimidad

Rezando esta oración, cobremos conciencia que después de recibir la comunión, tenemos a nuestro Dios, Jesucristo, exclusivamente para nosotros en «audiencia privada», y es, innegablemente, el tiempo más valioso de nuestro día.

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