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Capítulo 2
Soy Todo Tuyo

Ya has aprendido que la Virgen es el mejor camino para ir a Jesús. Ella es el camino secreto. Por eso, siempre tenemos que amarla mucho y estar con ella. Tenemos que ser sus buenos hijos y sus esclavos de amor.

Pero, ¿qué es un esclavo? Esclavo es aquel que pertenece a otro completamente. El esclavo no hace lo que quiere, sino que siempre hace lo que le dice su dueño. De este mismo modo, nosotros también tenemos que hacer todo lo que quiere la Virgen, porque ella es nuestra Dueña y Señora.

Pero nuestra esclavitud no es una esclavitud cualquiera, sino que es una esclavitud de amor, porque nadie nos obliga a hacernos esclavos. Lo hacemos porque la amamos mucho y sabemos que lo que nos manda es siempre lo mejor.

Como esclavos pertenecemos totalmente a la Virgen María, y todas nuestras cosas son de ella. Todo lo nuestro es suyo. Eso quiere decir que tenemos que esforzarnos por usar bien de todas nuestras cosas, porque María nunca haría, con lo que le pertenece, algo que no fuera bueno.

¿Y qué cosas tenemos que darle a la Virgen?

1. Tenemos que darle nuestro cuerpo. Nuestras manos y nuestros pies. Nuestros ojos, boca, oídos y corazón. Por lo tanto, tenemos que usar de todo nuestro cuerpo tal como lo haría María.

2. Nuestra alma también tiene que ser de ella. O sea, toda nuestra vida, lo que pensamos y lo que queremos. Todo es de la Virgen.

3. Tenemos que darle también a la Virgen todas nuestras cosas. Nuestros juguetes, útiles y ropa pertenecen a la Virgen. Nosotros simplemente los usamos, como cosa prestada.

4. Por último, tenemos que darle a la Virgen nuestras buenas obras. Todo lo bueno que hagamos tiene que ser de la Virgen. Ella es la dueña de nuestros méritos, o sea, del premio por hacer obras buenas. Cada vez que hacemos una obra buena, Dios nos prepara un premio en el Cielo, que se llama mérito. Eso también se lo regalamos a la Virgen, para que ella lo use como quiera, porque nosotros somos sus esclavos. Entonces, ella, porque es una madre muy buena y sabia, puede dar nuestro mérito a otras personas que lo necesitan más o que no tienen casi premios.

Entonces, cuando nos hacemos esclavos de la Virgen, le damos todo nuestro cuerpo, toda nuestra vida, todas nuestras cosas y todas nuestras buenas obras. Por eso a ella siempre le decimos: soy todo tuyo María.

 

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